9/7/10

DEJADME SOÑAR CON ELLA

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Sólo se sabe, cuando se pierde, lo que vale una madre y la falta que nos hace. Ese hueco de amor que nos deja con su ausencia, jamás será llenado por nadie por más que lo intenten, ni con los más nobles sentimientos...

Eres una visión irresistible cuando asaltas a mi mente al sentirme solo. Eres como el aliento que necesito si estoy afligido, cuando no sé qué hacer con las tinieblas de los tristes pensamientos míos... Cuando busco el camino que me lleve hasta ti, esa dimensión de paz divinizada que quisiéramos poder alcanzar, se nos evade… No sé si es más grato vivir así o dejar de vivir. Mejor, dejadme seguir soñando caminos, aunque navegue en un laberinto de sueños imposibles. Sin luchar contra mi destino, a ver si consigo hallar lo que busco. Dejadme seguir indagando hasta tanto halle el rumbo apropiado…

Que pueda ver morir la tarde que va declinando y se asome al crepuscular final de otros horizontes... Que detrás del flameado resplandor se oyen voces.

Con las cadencias de las brisas se oye mezclada con los aromas de nuestros campos y el airecillo que nos llega del monte más cercano, bajar hasta la costa, donde están los nostálgicos recuerdos atrincherados, su voz entrecortada.

Ahora que se va la tarde, dejadme asomar, a ver prenderse todas las luces del infinito, dejadme buscar en ese manto estrellado. Que nadie me lo impida y pueda estar nuevamente con ella. Ya se oyen los clarines que anuncian su presencia... Dejadme asomar una vez más, para poder estar con mi vieja del alma, allá, junto a las estrellas.

Madre, eres el recuerdo mejor guardado que alberga mi corazón con el más tierno cuidado. No pasa un día que de ti no me acuerde... Y en las noches, a veces, me parece tenerte a mi lado y te veo más bella que nunca, con tu dulce sonrisa asirme en tus brazos con ternura, como si fuera un niño. ¡Ay, si pudiera tenerte así para siempre!

Otras veces sueño con quiméricas tardes bajo el almendro florido o sobre las basálticas peñas de mis solitarios acantilados, buscando escuchar el eco de mi propio aliento desafiando al murmullo de la mar enfurecida; y te veo aparecer como una diosa, envuelta entre las briznas que deja el mágico oleaje al morir contra las rocas. Voy a tu encuentro, agitando las frágiles alas de mi sueño... Y despierto apenado, cuando esos sueños se rompen en mil pedazos. Entonces me siento como un crío alelado por sus oníricas fantasías, ante la cruel evidencia de nuestra realidad.

Madre, tú eres el recuerdo más hermoso que me queda en la vida, eres mi sueño adorado, por eso pienso en ti cuando soy feliz y cuando estoy triste y sigo buscándote cada noche y todo el día, para estar una vez más contigo. ¡Madre, siempre estás en mi corazón!


Celestino González Herreros

http://www.celestinogh.blogspot.com

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