2/10/08

Vida y obra de un médico ejemplar

Ya recuperado del duro golpe que supuso la trágica noticia de la muerte del paisano y amigo de todos, del doctor FELIPE HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, en Barquisimeto (Venezuela); o al menos, al sentirme en condiciones optimas, para poder hacer de él una semblanza personal, comenzaré certificando que fue una gran persona y mejor médico, hijo natural de Puerto de la Cruz, amante de su pueblo marinero y su singular gente.

A grosso modo, tal y como prometí hacerlo, les voy a dar a conocer una ínfima parte de su vida y obra, algo elemental, porque la suya es muy fructífera y grande, tan dilatada que no habría espacio suficiente para narrarla. Así, pues, para no extenderme mucho, por imperativo de espacio, en esta ocasión glosaré lo más brevemente posible.

Allá quedó su desconsolada esposa, también hija de Puerto de la Cruz, rezando por él. Lo único que ya podemos hacer.
Ella vivió muchos años en la antigua casa de la Real Aduana, con sus padres y hermanos.

Felipe trabajó en Venezuela el resto de su vida, unos cincuenta años, en el Estado Lara, como Médico Jefe del Servicio Dermatológico del Estado. División de Lepra. Cosechando multitud de premios, condecoraciones e importantes homenajes en el trascurso de su ejercicio profesional y por los Trabajos Médicos, a nivel nacional y para el Exterior. Todo un bagaje profesional que ya está archivado en las ilustres páginas de la medicina nacional de la República.

Primero aquí, en su pueblo natal, pese al acoso político de que fue objeto sin consideración alguna, hasta por sus propios compañeros de profesión, pero ya eso pasó... Y tendrían que haberle visto trabajando, cómo se desvivía por sus enfermos y familiares, donde quiera que estuviere. Primero aquí, luego estuvo trabajando un par de años en una Naviera italiana, como médico y luego emigró a Venezuela. No voy a entrar en detalles, por ahora, sólo decir que donde más le han llorado ha sido allá, en ese país que le brindó la más hermosa oportunidad de su vida, trabajar libremente la medicina, entregándose a ella con devoción y el máximo respeto hacia sus enfermos. Pacientes que siempre les consideró la razón de su vida; y lo digo con conocimiento de causa, pues tuve la suerte de haber trabajado con su Equipo unos ocho años ininterrumpidos, los más felices de mi vida... Y puedo asegurarles que cada día que vivía tenía en sus labios al Puerto de la Cruz y en sus pensamientos. Y lo expresaba con la palabra más elocuente, como nadie creo pueda pronunciarse. Sus protagonistas más íntimos, cuando recurría a los recuerdos y que nombraba más en sus cuentos y narraciones eran nuestros pescadores y sus familiares, la gente de la mar, a quienes ayudó siempre que solicitaran sus servicios profesionales.

Y hoy me dicen en la calle, aquellas personas mayores que le trataron como médico y como amigo, cuánto lamentan su perdida. Muchos de ellos me narran sus experiencias con él y, verdaderamente, son expresiones emotivas, tanto que te marcan el corazón para siempre.

Como amigos de él, sólo les pido a esas personas tan agradecidas de su trato profesional y su conducta ejemplar, que se acuerden alguna vez,, de elevarle a Dios, una sentida oración por el eterno descanso de su alma, que él desde donde esté ahora, lo va agradecer y rogará por todos nosotros.

Falleció el día 29 de agosto de este año, 2.008, a la edad de 84 años, en Barquisimeto (Venezuela). Se le ofrendó una Misa el jueves día 4 a las siete de la tarde p.m., en la parroquia de Nuestra Señora de la Peña de Francia, a la que asistió gran número de fieles.

Qué rápido se trunca una vida, apenas da tiempo de organizar el cortejo fúnebre, ni prender las cuatro velas... Todo acontece con precipìtación, las prisas crecen cuando de la muerte se trata. A veces ni tenemos tiempo de oír pronunciar el último deseo, sólo queda en los labios la mueca apagada de la despedida y la mirada ausente...

Las hojas de las ventanas cerradas, apenas dejan llegar la luz al lecho del dolor y el aire se hace irrespirable. ¿Por cual entresijo habrá escapado el alma si todo estaba cerrado? Dios está en todas partes, sin vallas ni fronteras que le detengan; y así es el alma, traspone todos los umbrales... Y con el alma, nuestro querido amigo Felipe se nos fue. Que él era todo alma. Acá sólo dejó su despojo y los recuerdos. También a su desconsolada familia, sus conocidos y sus amigos. Partió con él, sus buenas acciones, sus humanos sentimientos. ¡Hermoso bagaje! Valioso tesoro andante ya que a la vez se dejaba querer. Elevó su vuelo en busca de nuevos enfermos para ayudarles a soportar y mitigar sus dolencias. Se fue, posiblemente, donde se fueron quienes como él, aquí, en este polémico mundo, dejaron mejores ejemplos de amor y solidaridad humana.

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