16/10/08

HA FALLECIDO EN EL PUERTO DE LA CRUZ UN HOMBRE BUENO (Luís Francisco González Herreros)

A veces sorprende la capacidad solidaria de las personas de bien y hasta donde llega.

Uno no alcanza a saberlo hasta que te sientes disminuido, atravesando un doloroso trance, como es, perder a un ser muy querido, que se lo van a llevar, aún presente y sin vida su cuerpo. Cuando adivinan el dolor que sentimos se vuelcan para darnos su cariño, su sentida condolencia, su sano afecto antes oculto o ignorado todo el tiempo y que se descubre al vernos abatidos por la desesperación, angustiados, presos del dolor, de cansancio… Ese vuelco emocionado de las personas que se acercan a acompañarnos y que quieren darle el último adiós al finado, es cuando se confirma la evidente realidad… ¡Quien siembra amor sólo recoge amor!

Y en consecuencia, toda nuestra familia, no sabemos cómo agradecer a esas buenas personas que pudieron acercarse a despedir a mi hermano Luís Francisco, que lo hicieran tan cariñosamente rogando por su eterno descanso, la paz de su alma.

A pesar del dolor que nos embargaba en esos tristes momentos, al menos yo, aquello para mí fue, aparte de una sentida manifestación de duelo, también un exponente más de sensibilidad humana y ante todo, de fe cristiana. Todos estábamos unidos en lo divino, implorando en silencio compasivo y amor con nuestro hermano Luís, hermano de sus amigos y amigo de sus hermanos. Luego al concluir la santa Misa de corpóreo in sepulto, celebrada en la Parroquia de la Virgen de los Dolores, apenas habíamos traspuesto la puerta principal hacia la Plaza, aquella suelta de palomas y “su alma” entre ellas, en armonía volaron hasta remontar el vuelo y ya no verles más. Aquel momento fue impresionante y a la vez, la más expresiva realidad. Alcanzó su alma las Alturas rumbo fijo le acompañaron y le dejaron a la diestra de Dios Padre, donde otros tantos familiares y amigos le esperaban.

Luís era un hombre tranquilo, respetuoso con los demás, escurridizo, noble y consecuente. El estaba conforme con su destino y lo único que ambicionó siempre fue ver a las gentes felices, no tenía enemigos.

Su óbito fue súbito; y hasta pacífico, no molesto a nadie. Según vivió, así murió, sin hacer aspavientos, sin proferir queja alguna, cumpliendo su destino acá, en este convulsionado mundo, con ilusión callada, sin querer sobresalir en nada, pero si, convencido de que una vida le debía a Dios y renunció a esta porque así tenía que ser… Sabemos que nacimos para esto, para algún día buscar a Dios donde con amor nos espera.

Gracias a cuantos nos acompañaron en las dos Misas de duelo que se oficiaron, el lunes y el martes siguiente, la primera, otra vez en la Parroquia de la Virgen de los Dolores y el martes en la Iglesia Nuestra Señora de la Peña de Francia, con gran asistencia de fieles en prueba de solidaridad y amor por el finado y familiares, gracias, de corazón.

¡Lo que no sabía él, era el dolor que nos iba a dejar, porque todos le queríamos mucho!


Celestino González Herreros

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