29/8/11

CUANDO ENMUDECEN LAS PALABRAS...

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No es fácil escribir reposadamente sobre el excelente Municipio de Los Realejos; cuantas veces me lo he propuesto y deseo entonar un canto lírico sobre el mismo, se me quiebran las notas de esa melodía si lo intento. Quisiera hacer un hermoso despliegue de todos sus encantos y de su gente, de su idiosincrasia, de la étnica cualidad de sus pueblos, barrios y barrancos... Y me ocurre eso, como si el ánfora de mi imaginación se quebrara, mis versos y la prosa de ese canto. Parece que se escaparan buscando su ansiado albedrío; y me quedo en silencio, sin poder contener la estampida de la inspiración, mirando vagamente al blanco papel, como si viera a través de un turbio cristal... Como si se hubieran volatilizado todas mis ideas y en esa indefensión insisto, cual trovador frustrado sigo aferrado a la idea de decir algo que se me ha olvidado, o que soy incapaz de argumentar por no hallar las palabras escurridas de mi mente para poder definir el caudal deslumbrante de tantos atributos naturales que les conforman. No exagero ni creo que me traicionen mis debilidades, no creo estar ausente, por que me palpo y siento, sólo que no hallo esas palabras que se escaparon con mis pensamientos en busca de su libertad y sobrevolaron el azul del mar bajo el mismo cielo donde se inspiraron... Sólo queda en mi corazón el débil y melancólico eco de esa dulce melodía, palabras que quedaron cortas de alas, viejos sentimientos que quieren despertar del aburrido sueño, ya cansados de pernoctar tanto tiempo y que no pueden levantar su vuelo cuando pensaron haber hallado el cenit de su inspiración poética, los cantos del alba en sus bellos campos reflejando su luz matinal en la augusta roca sobre Tigaiga...

El grito de las caracolas en la costa acuciado por la risa del céfiro embate de la brisa que también ahuyentaron a mi trémula voz. No queda más que mi amor sin palabras, esa atracción que siento por los senderos solitarios de ese vergel y el trinar de las aves que en ellos anidan su amor, como los recuerdos, escondidas en sus apartados refugios; como la vida que se consume en torno a la alegre hoguera de la pasión.

A través de mi ventana le veo, desde el Puerto de la Cruz, siempre me llama cuando me asomo y cuando por mí clama le respondo sin palabras. Temiendo perderlas nuevamente y me quede sólo con la mirada... Con mano tentadora, aún incrédula, a través del limpio cristal, acaricio toda su piel, desde Los Potreros, El Toscal, La Crusanta y sus lindos aledaños hasta Tigaiga,... Subo hasta El Lance y lo que alcanzo a ver de Icod El Alto... Con la ternura de un niño acaricio todo su entorno sin pronunciar palabra y me adormece el sentimiento, me voy rindiendo ante mi indefensión, que no hay palabras ante el temor de su huida. Sólo quedan mis mudos gestos y los recuerdos, esa forma de amar en silencio, por que no sabría expresar esta atracción de una forma mejor.

Que un quedo murmullo a veces dice más... Y como el llanto, es más grato beberse uno las lágrimas en silencio y dejar libres los pensamientos.


Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
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