17/12/09

EL PUERTO ES EL PUERTO...

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No sé si son los años, o hay alguna otra razón, para que me sienta cada vez más sensible contra las cosas que uno oye o lee a veces y que vienen desde la incomprensión y la mala fe que pulula por ahí, donde las tinieblas de la incapacidad estrangula toda idea fundamentada en la ignorancia y el desconocimiento de la verdad. Tantas especulaciones equivocadas que quedan en nada, sólo el ridículo del que son objeto aquellos empesimismados en no ver el lado bueno de las cosas, aunque estén palpando con sus manos la evidencia de los hechos.

Cada día doy gracias a Dios por lo que me ha dado, por permitirme poder asomarme al exterior cada mañana y saludar a nuestro majestuoso Teide; y ver, a tan poca distancia, desde la otra ventana, la mar que baña nuestro atractivo litoral y sus entrañables playas. Poder ver a los vecinos entregados a sus diarios deberes y placeres, moverse... ¡Ay de aquellos que no están entre nosotros porque les llegó la hora! Habrán tenido que rendir cuentas de sus buenas acciones o los errores pasionales cometidos, si los hubo; de todas formas, roguemos por ellos. En cambio, los menos pecadores habrán recibido la recompensa merecida, allá, en el Reino de Dios. ¡Porque los hay! Y, así pensando, aprovechando la casual inspiración, doy la vuelta y comienzo de nuevo, sin perder el espíritu que me anima. Pero, tropezamos, habitualmente, con aquellos efectos negativos que sólo buscan dañar la buena imagen que tengamos ante los ojos que nos ven, la evidencia misma que tanteamos. Buscan romper el encanto de la realidad, único propósito que les asiste, hablando o escribiendo cosas estériles de contenido, sin fundamento alguno y sí, alevosamente. Cuando se dicen mentiras con doble intención, queriendo empañar la imagen de lo bello, de lo que está bien hecho o no está tan mal, pero si atractivo. Cuando entendemos, o queremos entender, que lo hacen para atacar la labor hecha por quienes se hayan entregado de corazón en su empeño, por ayudar a su pueblo para que sobresalgan todos aquellos elementos mejorados; y los que ni soñándolos, han visto la luz de la realidad en el tiempo permitido y con la ayuda de los escasos recursos disponibles, eso es traición. Uno se indigna por dentro, sin perder la dignidad, qué es otra cosa.

Me es muy grato, cuando oigo decir la expresiva frase: ¡El Puerto es el Puerto! Todo es distinto cuando llegamos al Puerto de la Cruz. Sus gentes, sus calles, su cielo, su mar... El mismo clima y el ambiente cosmopolita que se vive. El Puerto es tranquilo, no es peligroso, es movido, inquieto y apetecible. Es limpio como pocas ciudades, concurridísimo y aceptable. Cuando entramos en el, es como si llegáramos a un lugar paradisiaco y encantado. Lo triste es que sean los propios lugareños, quienes más ignoren su valor, con tanta excelencias que tenemos y que ofrecemos al mundo entero. Por suerte, son una minoría los ingratos que no lo entienden y se dejan llevar por sus bajas pasiones inciviles y políticas. No lo olviden, señores, el Puerto será siempre eso: el Puerto donde arribar la barca ilusionada de tantos navegantes turistas enamorados que vienen a refugiarse en lugar seguro. ¡Apto para todas las edades!..


Celestino González Herreros

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