23/11/08

PENSANDO EN TI...

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Pensando en ti, ¡oh musa!
en el desierto camino,
yo huía del incierto destino,
la noche viendo difusa...

Cuando los pasos iba dando,
¿éllos no estaban conmigo?
Apenas casi consigo
saberme feliz dudando.

Bajo la lluvia te llamo
clamándote con mi prosa
de la forma más piadosa
sin hacer ningún reclamo...

Bajo la lluvia te lloro
pisoteando el barro;
entre sollozos amarro
tus ligaduras en oro.

Pensando en ti, ¡oh musa!,
entrañable compañera,
que he sufrido larga espera
y te he visto confusa...

*****

Pensando en tí escribí los últimos versos, sentí mientras ordenaba mis palabras buscando la métrica, un rubor extraño, quizás no fuera vergüenza, más parece que fuera temor... Pensaba y no hilvanaba los pensamientos que anduvieron largo rato a la deriva. Sólo te vi a ti, que te acercabas, eras sólo una silueta que no se definía y no sabía si reías o callabas. Se que cuando te acercabas menos te veía y en las palabras buscaba la razón de tal surrealismo. Siguieron surgiendo las tímidas palabras y el sentimiento que me embargaba fue tomando forma. Las tinieblas de la confusión fueron ahuyentándose de mi mente; mi corazón volvía a sentir el pulso del tiempo.

Brindé al amor toda mi angustia que sorbí lentamente y en ese consuelo hallé mi inspiración. Vi volar a lo lejos destellos que se apagaban luego. Vi la danza de la lluvia obligada por los vientos céfiros que la abrazaban, vi morir la tarde y escuché los lastimeros ecos de su huida fulgurada por la luz crepuscular en su último aliento, allá, a lo lejos... Y los versos de la agonía eran mis versos, y su llanto la sinfonía que arrancaba mis palabras del mar de las melodías el llanto y la risa y la suave caricia que, a su paso, la brisa a veces nos deja.

Vi los caminos desiertos por donde ansiaba ir contigo, todo parecía cierto, hasta tu voz que me alertaba de mi incrédula pesadilla... Tú que fuiste siempre mi musa preferida, la que me hiere, la que me ama y me abandona en el fantástico mundo de las cruentas visiones y las más bellas alucinaciones en la ancha y tranquila laguna de los cisnes de oro y plata, de luz y amor. ¡Oh musa! Tu que me diste los motivos y el romántico sentir de mi padecer me inspiraste los últimos versos que siempre omití... Versos que no salieron de mi alma y que emigraron conmigo al confín inmediato de mi placentera ausencia... ¡Allá, a lo lejos de toda métrica y armonía!... Libres como las palomas solitarias que se posan donde les llamen o donde las brisas les lleven y puedan regresar conmigo sin que se rompa jamás el idilio que nos une en el silencio de las sombras.


Celestino González Herreros
Puerto de la Cruz, a doce de noviembre de 1.993

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