Alejarnos del cotidiano entorno social con sus acostumbradas influencias y tomar los caminos que conducen a nuestras verdes cumbres, es como liberarnos del peso de nuestras obligaciones de rutina; supone, algo así como buscar nuestra paz espiritual, poniéndonos a merced de la Naturaleza. Nada es tan sublime como inspirar el aire de la montaña mientras ascendemos por las vertientes, al percibir sus naturales influjos y los aromas deliciosos de la vegetación.
Caminar por sus escarpadas lomadas esquivando los secos matojos y las piedras sueltas, supone una gratificante lucha deportiva en el sistema ecológico que vamos descubriendo paulatinamente, a medida que nos adentramos en ese mundo limpio y silencioso, como un especial entorno arrancado del Edén para que lo disfrutemos en vida. Me sorprenden, a veces, las aves, como si fuera un recibimiento informal al caminante solitario. Sin querer profanar ese místico silencio, uno despierta el encantamiento de sus pasajes aislados. Curiosamente, he llegado a confundir el eco de mi voz con otras voces que se hayan avivado de súbito al ser evocadas; el mismo acento, aunque sí, apagado por la misma lejanía de donde vienen. Son voces amadas, de seres queridos que se han ido y comparten el sigilo de las cañadas y los verdes pinares de nuestros montes. Son voces que van y vienen desde el Cielo y nos acompañan en ese aislamiento donde queremos refugiarnos tantas veces en busca de la paz perdida o hallarnos con uno mismo. Y tantas luces que se apagaron; y tantas voces enmudecidas para siempre... Cuántas cosas quedaron perdidas, cuántos murmullos ahogados...
Pisando la hierba húmeda, siento la sensación de navegar sobre la maleza. Un extraño sentimiento me obliga a huir un poco, necesito estar aislado, pensar y reflexionar entre aromas fantásticos y el mutismo del monte abandonado y desértico. Reflexionar oyendo la tenue música de la brisa que pasa y el débil canto de las aves... Oyendo voces amigas, respirando el aire perfumado y llenando mi pecho de ese aire revitalizador y otros poderes naturales, para poder comprender mejor el valor que tiene para el hombre esa imagen que en la distancia parece ser sólo un paraje que allí está estático; y es la verdadera fuente de vida que pocas veces hemos sabido valorar ni hemos podido disfrutar por tenerla al alcance de nuestra vista; inmóvil e inalterable... Sin entender, que arriba, en nuestras mágicas cumbres existe un fantástico cause de sublimaciones naturales capaces de transformar los conceptos espirituales del ser humano. Y su mundo tiene puertas infranqueables algunas, otras abiertas para el peregrino que quiera satisfacer su entusiasmo exotérico o desea descubrir senderos distintos que le acerquen a Dios a través de esa luz que se filtra por la espesura del follaje desde el Cielo hasta la húmeda tierra, la fresca hierba y la mojada pinocha; donde pisamos trémulamente bajo el rigor del Sol y cautivos del silencio nos envuelve.
Hoy voy solo, mi perro ya no está, se fue para siempre de mi lado. Ahora no tengo ocasión de llevarlo conmigo, sólo hablo conmigo mismo, aunque escuche tras mis pasos sus livianas pisadas como si estuviera presente... Pero no hay nadie, estoy realmente solo acompañado en el monte de todos los elementos que lo conforman, las aves y los otros animalitos que lo habitan; y mi exaltada imaginación, cegada por el contraste combinado de los distintos colores del entorno habitual y el mercurio ascendente de mi inspiración idealista y la abundante fantasía que brota en mí, inspirada por el maravilloso momento que gozo en contacto con la esencia natural de la vida.
Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es
Caminar por sus escarpadas lomadas esquivando los secos matojos y las piedras sueltas, supone una gratificante lucha deportiva en el sistema ecológico que vamos descubriendo paulatinamente, a medida que nos adentramos en ese mundo limpio y silencioso, como un especial entorno arrancado del Edén para que lo disfrutemos en vida. Me sorprenden, a veces, las aves, como si fuera un recibimiento informal al caminante solitario. Sin querer profanar ese místico silencio, uno despierta el encantamiento de sus pasajes aislados. Curiosamente, he llegado a confundir el eco de mi voz con otras voces que se hayan avivado de súbito al ser evocadas; el mismo acento, aunque sí, apagado por la misma lejanía de donde vienen. Son voces amadas, de seres queridos que se han ido y comparten el sigilo de las cañadas y los verdes pinares de nuestros montes. Son voces que van y vienen desde el Cielo y nos acompañan en ese aislamiento donde queremos refugiarnos tantas veces en busca de la paz perdida o hallarnos con uno mismo. Y tantas luces que se apagaron; y tantas voces enmudecidas para siempre... Cuántas cosas quedaron perdidas, cuántos murmullos ahogados...
Pisando la hierba húmeda, siento la sensación de navegar sobre la maleza. Un extraño sentimiento me obliga a huir un poco, necesito estar aislado, pensar y reflexionar entre aromas fantásticos y el mutismo del monte abandonado y desértico. Reflexionar oyendo la tenue música de la brisa que pasa y el débil canto de las aves... Oyendo voces amigas, respirando el aire perfumado y llenando mi pecho de ese aire revitalizador y otros poderes naturales, para poder comprender mejor el valor que tiene para el hombre esa imagen que en la distancia parece ser sólo un paraje que allí está estático; y es la verdadera fuente de vida que pocas veces hemos sabido valorar ni hemos podido disfrutar por tenerla al alcance de nuestra vista; inmóvil e inalterable... Sin entender, que arriba, en nuestras mágicas cumbres existe un fantástico cause de sublimaciones naturales capaces de transformar los conceptos espirituales del ser humano. Y su mundo tiene puertas infranqueables algunas, otras abiertas para el peregrino que quiera satisfacer su entusiasmo exotérico o desea descubrir senderos distintos que le acerquen a Dios a través de esa luz que se filtra por la espesura del follaje desde el Cielo hasta la húmeda tierra, la fresca hierba y la mojada pinocha; donde pisamos trémulamente bajo el rigor del Sol y cautivos del silencio nos envuelve.
Hoy voy solo, mi perro ya no está, se fue para siempre de mi lado. Ahora no tengo ocasión de llevarlo conmigo, sólo hablo conmigo mismo, aunque escuche tras mis pasos sus livianas pisadas como si estuviera presente... Pero no hay nadie, estoy realmente solo acompañado en el monte de todos los elementos que lo conforman, las aves y los otros animalitos que lo habitan; y mi exaltada imaginación, cegada por el contraste combinado de los distintos colores del entorno habitual y el mercurio ascendente de mi inspiración idealista y la abundante fantasía que brota en mí, inspirada por el maravilloso momento que gozo en contacto con la esencia natural de la vida.
Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
celestinogh@teleline.es
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