14/2/11

LA VIDA ES COMO UN CUENTO DESDE EL PRINCIPIO HASTA EL FINAL…

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Cuando tardamos mucho tiempo sin transitar por lugares conocidos, algunos que fueron realmente familiares en épocas pasadas, es cierto, se sienten nostálgicos deseos de recorrerlos todos y de forma singular, sin perder un sólo detalle ni dejar de buscar en cada recoveco algún resquicio añorado o motivo que despierte los recuerdos de viejas vivencias; y buscamos, preferentes motivaciones, que nos devuelvan aquella paz perdida y las ilusiones rotas... Quizás busquemos, sin darnos cuenta de ello, desde la infancia, algún lugar idealizado que casi se nos ha olvidado con el paso del tiempo. Y de la tierna juventud, los primeros deseos, las primeras sensaciones que nos depararon tantas ilusiones vividas, algunas mitificadas con falsos conceptos, de ahí los primeros desengaños; otras, las que han perdurado a pesar del devenir de los años.

Esos lugares entrañables, han dejado una profunda huella en cada uno de nosotros, una marca sentimental que no se borra aunque quisiéramos deliberadamente, relegarle al injusto olvido. Es como una llamita viva que no la apaga ni los más violentos vientos, que está perennemente encendida, señalando el destino de un breve episodio de la vida... como un paraje del pasado. Hay cosas que perduran, que aunque uno muera, estarán siempre latentes en el alma; no sólo en la mente, donde espiritualmente se realizan y se trasladan a su espectro onírico, o simplemente, aparecen en el subconsciente sin salir de ahí, en esa dimensión desconocida, desde donde vienen a colmarnos de tristezas o bonanzas, los efectos de la misma pervivencia; y evocando esos especiales momentos, nos hacen sentirnos distintos.

Entre los afectos referidos, también están presentes aquellos del amigo/a de siempre, o los conocidos que no llegaron a ser amistades confidentes, en esa edad de confusas perspectivas.

Del entorno familiar, eso es tema aparte: un cause de ternura que siempre nos arropó y nos dio todo en la vida sin pedir nada a cambio, lo que esperábamos alcanzar. Pero hoy, ya huérfano, no he hallado consuelo que pueda suplir el calor de sus íntimas presencias. Desde entonces se rompieron las más bellas ilusiones, nos sentimos como barcazas a la deriva, sin importarnos donde hemos de arribar, navegamos sin rumbo fijo, al saber que siempre vamos a sentirnos sin ellos, que tanto nos dieron. Son gratos recuerdos que no se borrarán jamás en la mente. Sólo nos queda, rogarle a Dios, para que no se sientan nunca solos, que gocen de la paz divina en Su Morada.

Y sin embargo, a veces, me siento el hombre más dichoso, un ser afortunado por que me queda la otra familia que logré formar: una buena mujer y los hijos que me dio. Para completar esta felicidad, la vida me ha obsequiado con seis lindos nietos y dos preciosas nietas - de momento - que ven en mi corazón

los amados rincones del amor que guardo para todos.

La vida es, un continuo reciclaje, un “quita y pon” interminable, un desolador camino en el que cabe las penas y alegrías; donde unos mueren y otros nacen para heredar las mismas miserias y luchar para evadirnos de ellas; para sufrir las mismas transformaciones y acabar igual. Todos hemos soñado... y no todos los sueños han sido perecederos. Lo único importante, parece ser, es, estar vivo y saber aceptar los designios del destino a medidas que van sucediéndose. Si has de sufrir, callar; si eres feliz, gritar... y no ocultarlo jamás: sonreír y tratar de contagiar a los demás esa evidente felicidad.

Luego, lo más triste es llegar a viejo, cuando no logras hallar los lugares apetecidos, porque el progreso los ha suplantado... No poder caminar por aquellos recovecos ni ver las casas de entonces y sus gentes, porque han sido arrasados para siempre. Ya sólo quedan en el recuerdo sus imágenes, como un mensaje de amor, de ternura e identidad. Todo ha cambiado, ni las gentes son como antes, los que se fueron. Ya nada es identificable, han muerto los pueblos y sus barrios entrañablemente bellos. Aquella muchachada, ¿a donde habrán ido a parar? Y los viejitos... ¡Quedan tan pocos! Con cuántos desconsuelos se habrán ido algunos, sabiéndose extraños donde siempre vivieron y donde dejaron todas sus ilusiones y las energías, luchando por dignificar esos lugares amados que tanto recordaron hasta el último momento, lejos de todo lo que les pertenecía y les fue usurpado...

La vida es así, como un cuento que se repite cada día. Todo es ilusión y lucha; y. cuando tardamos mucho tiempo en transitar por esos añorados lugares que nos traen tantos recuerdos de los momentos de felicidad vividos, se siente un desasosiego increíble en el alma, que no sabe uno, si creer o dudar de la realidad, o callar para siempre.


Celestino González Herreros
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