3/2/09

LUCES Y FLORES EN LAS NOCHES PORTUENSES

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Es muy notorio el cambio de imagen adquirido en Puerto de la Cruz, en ocasión de las pasadas fechas navideñas, teniendo en cuenta la decoración luminosa de sus calles, bellas plazas, fachadas de edificios públicos, hornos de cal y aledaños del Tejar, etc. Y digno de todo elogio dicho trabajo ornamental. No podía faltar ese detalle artístico: flores y luces.

Las noches portuenses han cobrado el encanto fiestero que siempre les han caracterizado y uno se deja embriagar en ese ambiente renovador propio de una ciudad moderna y abierta a tantos visitantes ávidos de hallar esos atractivos, que, habitualmente, de forma espontánea les ofrecemos en puntuales ocasiones. Los flash de las distintas cámaras fotográficas disparan en la tibia noche sus focos ilusionados al contemplar tanta belleza, yo también he recorrido eso atractivos lugares, captando para el recuerdo esos motivos de innegable encanto. La noche se hace mágica, todo parece signado por hadas y duendecillos, para sorprendernos oportunamente.

Puerto de la Cruz tiene eso que cautiva, mezcla de tonalidades, condiciones, perspectivas y perfiles entrañables, es sin duda alguna, un centro atractivo natural armonizado por el hombre. En esta ocasión, la imaginación se ha desbordado y la fantasía ha vuelto a resurgir por todos los lugares de la ciudad: luz y flores, poética expresión, pero nada más real.

¿De quién fue la idea? Da igual, siempre la luz aparece cuando se siente la ilusión participativa al lado de los que nos rodean... En cada caso similar, prima el reconocimiento de aquello que está bien hecho, donde no ha influido el egoísta protagonismo político y se ha escuchado al corazón en ese empeño sentimental de la igualdad, aunque sea por unos días… Da igual el color de la camisa que lleves puesta si te cae bien y llamas la atención discretamente. Felicidades, por lo que luce bonito, lo otro son cosas pasajeras que no dejan huellas, ni despiertan tanto entusiasmo.

Esta algarabía que contagia en estas fechas de paz y de amor, evidencian el gran deseo solidario que nos une. Puerto de la Cruz es capaz de dar más de lo que tiene. Las calles son ríos humanos, que, sonrientes y por ende satisfechos, consumen los segundos, minutos y las horas de estancia en nuestra isla sin preocupación alguna y esa tranquilidad les condicionan para el disfrute pleno de sus vacaciones. Tenerife tiene esa magia en nuestra Capital y cada uno de nuestros pueblos, villas y ciudades, sólo que nuestros rincones hablan por sí solos, del embrujo de la ciudad de Puerto de la Cruz y su gentes, sus paseos y la costa que nos baña, que nos traen con sus suaves brisas, cantos de lejanas leyendas que nos enamoran y al corazón insuflan la apacible ternura en cada momento compartido, desde donde los ángeles duermen.

En el silencio de la noche, mientras la ciudad duerme, andar por sus calles y detenerse en sus plazas públicas para admirar tantos adornos luminosos y la flor de pascua, bajo la luz de la Luna reluciendo su vigoroso colorido, en verdad, sobrecoge un tanto, uno se siente amansado de la fuerte tensión del diario acontecer y nuestra mente se va poblando de recuerdos, de cómo han evolucionado los pueblos, cómo todo se ha ido transformando, aunque hayamos perdido tanto. También, con el progreso se han ido cultivando y remozando nuevas estructuras. La ciudad que hoy duerme, cuando amanece despierta con esos aires renovados en el marco de la modernidad, para cumplir la nueva misión turística. Y si ayer fue la agricultura, la pesca y el comercio… hoy se debe, inexcusablemente, al turismo y está en condiciones de asumir su reto, ofreciendo calidad y servicios modernos, junto a sus otras e indiscutibles excelencias naturales.

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