24/1/13

AQUELLOS BOLEROS DE AMOR DE ANTONIO MACHÍN


 
Me imagino que aquellos que pertenecen a mi generación, oyendo cantar a Antonio Machín en la actualidad, acudirán a sus mentes nostálgicos recuerdos de aquella juventud floreciente, hace ya tanto tiempo perdida… Época aquella de las románticas fantasías amorosas y de no pocos desengaños. Su música nos atrapaba de tal forma, que soñábamos despiertos, flotábamos como una ligera burbuja y en los brazos del ser amado uno se sentía más cerca de Dios; no era necesario articular palabra, con sólo mirarnos y las dulces melodías de aquellos boleros o apasionantes canciones, eran como el arrullo sentimental que llenaba de goce al alma sin poder resistir el embrujo de los distintos temas que tan lindo interpretaba. Le robábamos su propio aliento y el gemir de su cálida orquesta; y a través de nuestras encendidas pupilas nos transmitíamos en esos deliciosos momentos de entrega pasional, cual mensaje de amor que su voz articulaba.

Muchas parejas de novios se unieron para siempre en Matrimonio enamorados con los constantes influjo del repertorio de Antonio Machín que tanto influyó en ellos donde estuvieran, en los bailes, conciertos públicos, etc. Aquellos bailes conmovedores eran una delicia oyendo la música sentimental del mago de los boleros, vivencias que nunca podremos olvidar.

Después de viejos recordamos aquellas tardes tan sensuales dando vueltas en la Plaza del Charco y de los salones del Circulo Iriarte llegarnos tan grata melodías de su música; si estábamos paseando o sentados en aquellos bancos de piedra o los de madera, nos quedábamos adormecidos y nos mirábamos como si en realidad estuviéramos bailando… Hicimos tantas promesas. ¡Qué frágil es la juventud! Nos trasformábamos en uno solo, en seres únicos que habitáramos en un mundo de ensueños; y todo cuanto nos rodeaba pareciera que sonriera y las brisas acariciaran. Todos los caminos y senderos con sus floridos márgenes invitaban sólo amar. Y por las noches, las estrellas del firmamento pareciera que nos sonrieran con su nervioso parpadeo. Y la Luna se escondía para darnos su sombra y que pudiéramos estar más íntimamente unidos en ese mágico bálsamo, acogedor y a la vez cómplice de nuestros temores, e instintos naturales de acercamiento… La Luna parecía que llorara celosa de nuestro gran amor. ¡Como si nunca hubiera tenido amores!

Paseando por la playa íbamos oyendo el débil eco de la voz de Machín llegar desde lejos, mirando al mar y viendo su blanca luz rielando sobre la mar tranquila y tenuemente tendida. Nos envolvía con el rumor de las mansas mareas y las olas, como queriendo danzar… Éramos como las notas de esas canciones en el torbellino del aire tibio de la noche.

Aquellas parejas sólo las separa la muerte, o algún desafortunado desliz, una traición, tal vez. Aquellos amores de entonces, está demostrado, son más indisolubles, más duraderas. Los viejitos no nos separamos nunca, porque en nuestro corazón hay una cicatriz imborrable de la amorosa huella de aquella pasión.

Aquel cariño creció más cada día oyendo los boleros de Antonio Machín y aún hoy los viejos lo sienten, lo intuímo, que esa música es como las brisas aquellas, que aún siendo tan viejas aún siguen soplando fuerte como el mismo viento… Hoy, las personas mayores lo recordamos y sentimos que la lleváramos dentro, junto a nuestro corazón como un vigía cuidándonos y alimentando nuestra ilusión. Toda una vida amándonos, sin cansarnos nunca, soplando como aquellas brisas del lejano vendaval.


Celestino González Herreros
 celestinogh@teleline.es

No hay comentarios: