19/8/12

ACARICIANDO LAS CUERDAS DE MI GUITARRA

¿Qué tanto dice mi nostálgica guitarra, sus notas musicales en su místico lenguaje, qué me dicen? Si hasta parece que llorara; y, a veces, percibo sus jadeos y el desgarro melódico cuando vibran sus tensas cuerdas, llamándome… Otras veces, viéndola en la esquina de mí habitación, muda, sin insinuarme su soledad, su bella silueta realza sus frágiles formas, sus curvas insinuantes, con insistente aflicción, con delatadora tristeza.

La cadencia de sus ecos musicales es como una amorosa letanía que arrastra toda ternura, que escuchando sus cuerdas gemir, la nostalgia me invade y de mi pecho, pareciera que surgieran las más tiernas sensaciones. Como si liberaran aquellas pasiones que adormecidas en su cautiverio despertaran y volvieran a ser libres, llevándose consigo viejas pasiones…

Oyendo el lamento de mi guitarra, es como si fuera yo, quien delirara; y como soplos de armónicos liberados, cual suaves brisas, me acariciaran, hasta sentir en el silencio el quejumbroso eco de amores cuando se alejan… Otras veces, con las sombras de la noche, cuando languidece la tarde, nada más hermoso y sensible, puede comparársele; y si cierro los ojos murmura a mi oído las más bellas interpretaciones, como queriendo inspirarme, o, tal vez, pretenda turbarme, por que aquellos amados recuerdos acuden a mi mente como dominador impulso de connotaciones sentimentales, como una invasión de nostálgicos recuerdos y pretéritas vivencias. ¡Aquellas viejas ilusiones! Y revivo los amados momentos absorto por completo y siento como si tuviera entre mis manos, nuevamente rascando sus delicadas cuerdas que, a veces, pienso si las hiero y las acaricio. Oyendo sus dulces melodías de amor y con los ojos entornados, sueño hasta quedar dormido, mis sueños me trasponen y a la vez me llenan de alborozo, tanto, que despertar no quisiera, ni trasponer ese mundo onírico… Seguir, todo el tiempo, acariciando las cuerdas de mi sensual guitarra.

La complicidad de la música es evidente cuando la necesitamos, por que ella es confidente habitual de la sensibilidad del ser humano, es quizás el elixir del alma, el hilo conductor de las más profundas emociones y el cause más hondo y sutil de un enunciativo reflexivo en los solemnes ordenes de la vida.

Amansa tempestades y en otras ocasiones, aclara los caminos reconciliatorios de la misma convivencia del ser humano; y de algunas fieras…

¿Quién alguna vez, oyéndola en determinadas ocasiones, no ha sentido el renacer de íntimas y quiméricas situaciones, aquellas querencias sentimentales que jamás hayamos olvidado; y arrancaron en nosotros sendas lágrimas, sintiéndolas rodar por nuestras mejillas, para bebérnoslas luego en el silencio de nuestra intimidad?

Celestino González Herreros

http://www.celestinogh.blogspot.com

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