20/2/12

LA RAZÓN IMPONE MÁS CORDURA CÍVICA Y SOCIAL


No sé, ciertamente, si es premonitorio este silencio de mi entorno, si es sólo mío, o si es cierto que todo cuanto me rodea haya muerto. Si miro a mi alrededor, si busco en todo cuanto me rodea un signo natural de vida, sólo hallo este sigilo que borra tantos perfiles que en otras ocasiones denotaban su existencia, o el mismo transito discurriendo por los causes habituales buscando cuanto antes llegar… No sé, aún sigo sin entenderlo, porque tanto silencio, a veces, hace sentirnos cómplices de nuestros propios recelos y temores.

Mirando al mar, aquellas fantasías meciéndose en las movedizas corrientes de las inquietas aguas de nuestro atractivo litoral, parece que se diluyeran los malos presagios y se apagaran, súbitamente, los crueles rescoldos políticos y sociales y se consumiera la hoguera de los malos presentimientos, de los fatalistas presagios y se acabaran los temores aquellos…

Las cálidas y salobres brisas de nuestra mar, como si fueran el único bálsamo que nos favoreciera, son el aliento reparador de todos nuestros temores y es el mar a quien debiéramos rendir siempre el popular tributo de nuestro agradecimiento por darnos el equilibrio necesario, la estabilidad y armonía capaz de animar a nuestro confundido espíritu, cuando dudamos también, hasta de nosotros mismos. El ancho mar ostenta el poder de la comunicación, puerta abierta al mundo entero; y es consejero fiel de todas nuestras dudas.

Si nuestro muelle pesquero hablara, cuántas voces oiríamos, qué tumulto de contradicciones y cuántas razones se alzarían… Pero le tienen amordazado, como si fuera una desequilibrada pretensión darle todo el apoyo moral a nuestras justas aspiraciones. Callemos, hasta ver cómo acaba esta criminal comedia, donde jamás habrá ganadores ni perdedores, ya que sobran las razones y los poderosos brazos de nuestro muelle solo quieren abrirse al mundo y ofrecerse incondicionalmente para salvar a nuestro sufrido Puerto de la Cruz; y que podamos dar trabajo a todo aquel que lo necesite.

A veces, cuando atisbo o alcanzo ver las blancas gaviotas revolotear cerca de nuestras playas, e incluso llegar hasta la negra arena, siento deseos de alcanzarlas y acariciarlas. Son como mensajeras nostálgicas que nos trajeran recuerdos que ya creíamos sepultados… Como si nos devolvieran, viéndolas danzar acrobáticamente, nuestra lejana niñez y aquellos sueños prematuros, las fantasías propias de la edad, episodios que soñábamos verlos realizados algún día… Aquellos sueños hoy rotos en mil pedazos de tantos jóvenes nuestros que no han tenido ocasión de vivirlos por las malas circunstancias que nos están dado vivir. Quizás el más triste desengaño, expresamente ellos y más que ningunos otros. Aquellos que siempre lucharon por llegar alguna vez a serles útiles a nuestra zaherida sociedad. Pero…

Es evidente que los esquemas, tanto políticos como sociales, hayan cambiado, con el añadido de que el tiempo pasa y que hubo que alistarse a las filas del progreso. Si no fuera así nos hubiéramos quedado en mutad del camino como simples bufones y hubiéramos acabado siendo el hazme reír de los “adelantados”, los que han distorsionado los cambios sufridos en nuestra sociedad, los que han roto los programas tradicionales, nuestras costumbres, aquel patrimonio arquitectónico nuestro, la fisonomía de nuestros pueblos y el sentimiento de las gentes con sus atropelladoras imposiciones o formas de ver la vida, la deshumanizada colectividad de la cual participamos.

A la vista están los hechos, nada de lo que estoy diciendo es nuevo, al menos lo entiendo así. Me doy cuenta de cuánto hemos perdido. Mas, tengo la firme esperanza de que alguna vez podremos recuperarnos…

Permanezcamos inmersos en este silencio intangible e inviolable, mientras la razón imponga más cordura. Mientras sepamos estar y esperar, cautelosos y callar… Que el silencio sea, pues, como un emblema solidario capaz de mantenernos unidos ante cualquier negativa circunstancia como la que estamos viviendo; y sin desfallecer caminemos siempre hacia delante y atemperemos cada vez que fuera necesario, luego sigamos firmemente donde nuestros pasos sabiamente nos lleven a alcanzar ver realizadas nuestras justas aspiraciones.


Celestino González Herreros

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