14/10/11

TIEMPOS, TIEMPOS VIVIDOS…



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Con el paso de los años todo cambia, inevitablemente, aquellos valores y sanas costumbres se han ido perdiendo, se han quedado atrás, como notas huecas que se apagan en la lejanía del tiempo y del mismo lugar donde nacieron. Aquella sinfonía gratificante y sus voces, así como el eco de las mismas, declinaron y murieron.

De los viejos aquellos que nos vieron nacer y crecer, en mi juventud siempre apetecía estar cerca de ellos y oyéndoles aprendí cuales fueron sus experiencias, lecciones tan útiles como eran: la armonía ciudadana de aquella época, el respeto hacia los demás, el sentimiento de la solidaridad y la misma caridad cristiana compartida con los otros. También aquella chispa lisonjera del buen humor y la elegancia al practicarla, sin molestar a nadie

Antes, las personas mayores eran respetadas por encima de todas las cosas, eran ante todo, muy consideradas. Sus cabellos canosos, su presencia decía más que los respetables códigos de la buena convivencia. Hoy, eso es agua pasada, como suele decir alguna gente, y que vivimos en otros tiempos…

Pienso que no hemos progresado tanto como habremos deseado, ¡hay cosas y modos tan dispares! No debimos haber permitido que aquello que a nuestros antepasado tanto costó ganar, como fueron aquellos ejemplares logros, que hayan sido destronados por la supuesta democracia, o lo que es lo mismo, la tolerancia generalizada y el derribo de nuestras conquistas sociales y aquel equilibrio dominante tantos años de paz y comprensión, de respeto mutuo entre las clases menos favorecidas. ¡Qué fácil fue acabar con todos esos valores, aprovechando difíciles situaciones, como es hoy día, nuestra crisis económica, laboral y asistencial! Hoy nadie se mueve ni luchan por rescatar aquel respeto ejemplar que existió, aquel pánico que había de enfrentarse a España en el ámbito internacional, se la respetaba. Toda una leyenda, un romance.

Oír hablar a aquellos viejos de sus cotidianas experiencias, en verdad, entusiasmaba.

Mi abuelo paterno, cuentan varias personas de edad avanzada, era un hombre muy caballeroso, apasionado por la botánica y la lectura. Solía llevar flores de pensamientos cogidas de la Plaza de San Francisco, frente a su casa. Una señora de La Orotava me comentó un día:
-Su abuelo era un caballero, me tropecé con él, nos saludamos y con gesto poético me ofreció un pensamiento (sus flores preferidas) y con elegancia halagó mis sentidos, diciéndome: joven, para una flor tan bella como lo es usted, acepte, por favor, esta mi bella flor que jamás se comparará con su belleza…
Ella agradeció su halago regalándole una amplia sonrisa que agradeció como algo natural y evidentemente social. Hoy día, ¿cuál sería la triste y grosera reacción de la fémina?
-Viejo verde, sinvergüenza, que se pudra…

Qué diferencia, ¿verdad? Aquello se acabó. Hoy sólo hay crímenes, secuestros, robos y sobornos, hay tantos desmanes sociales que ya es casi imposible contener la ola de agresividad existente.

Se les dio plena libertad, que cada cual campe a su aire. Lo lamentable es, que nuestro país nacional y regional esté como está, maniatado por la falta de cultura y la añorada necesidad de aquel hermoso sentimiento de la disciplina social.



Celestino González Herreros
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