8/8/10

BUSCANDO SÓLO UN RESQUICIO DE PAZ MUNDANA

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No es este, precisamente, el esperado momento que tanto ansiaba. Ante todo buscaba que el ambiente fuera más discreto, que nada ni nadie turbara la paz del silencio, ni escuchara la impertinente bulla del asedio perturbador del descontento. La frialdad del abandono que en distintas ocasiones sintiera… Y me viera, a pasar de todo, amparado por mis callados pensamientos. Yo amo la vida y la bulla de las gentes, ver destilar con discreta emoción el delgado hilo de cristalina agua de la que antes fuera nuestra fuente de tiernas ilusiones. Nuestra fuente de aguas claras, transparentes y que tantas veces calmó aquella sed de nuestro amor… No soy lo que parece, yo creo en la gente.

No es, precisamente el momento, también lo digo, de tardías lamentaciones. Aquello que hemos perdido volveremos a sufrirlo, si no cambiamos nuestros absurdos conceptos respecto a esta corta permanencia: nuestras vidas… Los días que pasan tan presurosos, las horas, largas horas de insomnio y desconfianza, angustiosamente esperando el claror del alba matutina, como queriendo borrar las sombras de la angustiosa noche y con el nuevo día atrevernos hacer hermosos proyectos. Y olvidar que la vida es sutil y tan breve; y las ambiciosas ideas si se retrazan puedan sucumbir en las tinieblas del injusto olvido o lo que es peor, deliberadamente en el lodo del supuesto rencor… Como los rostros que quedan de algunos pocos que con la brevedad del tiempo hayan cambiado y sean hoy casi irreconocibles, decrépitos y aburridos, a pesar de tanta discreción.

Los viejos de hoy parecen antiguos retratos de aquellos otros viejos que llegaron antes, después de todo comienzo y mientras nuestras semillas germinaban sin perspectiva alguna en el mundo circunstancial, frívolo y deshumanizado, egoísta y cruel, en que vivimos. La luz de nuestro candil se iba apagando irremisiblemente, sin darnos tregua alguna.

Aquellos viejos de antes simbolizaban sin escrúpulos nuestras nobles raíces, y que ya no están para ayudarnos y aconsejarnos cual camino seguir sin llegar a tropezar con el abrupto muro de la incomprensión.
Entonces… Es como retroceder sigilosamente hacia las distintas dimensiones o estancias, hoy ya desconocidas, objeto de vida a través del tiempo, aquellos momentos cuando nuestra pujante estirpe era respetada y por ende diferenciada respecto al trato que nos daban.

No existen complejos de inferioridad, eso nunca, sólo estas circunstancias de no saber en realidad quienes somos y a donde nos conducen nuestros fatigados pasos. A nosotros sólo nos mueve el deseo de superación, de alcanzar aquella aureola de nuestra libertad y aferrarnos a ella motivados por el deseo de torcer rumbos equivocados y trazar aquellos que hemos perdido con el devenir de los años, abrir nuevos surcos en nuestra fértil y generosa tierra donde puedan germinar nuevas simientes y las veamos crecer y dar los frutos deseados y poblar de nuevo nuestro herido suelo con la sabia ilusionada del amor.





Celestino González Herreros
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