2/2/09

LA PÁLIDA LUZ DE ESA NUEVA AURORA

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Toda la luz, cual sinfonía celestial que llegara, fue como si se volcara sobre el blanco papel donde escribo y ella quisiera, de súbito, borrar con su transparencia virtual los borrones que hubieran, esas dudas y contradicciones que a veces nos acosan o acompañan en el concierto mundano de nuestra existencia. Toda la luz llegó como un vendaval inesperado y en ese claro de luz, mi mente fue liberada y brotaron nuevos pensamientos como en un sueño; y los caminos florecieron todos; y las quebradas y los atajos más dispersos. Todo fue transformándose con la solemnidad del momento en otra dimensión distinta, en lugares nunca vistos, aunque muchas veces soñados, caprichosamente soñados. Y por la empalizada me pareció verte, silente, cruzando el callado pavimento tantas veces andado juntos. Se desataron las firmes ligaduras de nuestra propia incomprensión y aparecieron los desperfectos ya viciados por el tiempo transcurrido, apenas reconocibles, pero eran nuestros defectos y nuestra intolerancia, la vaguedad de nuestra escasa experiencia y las indecisiones de nuestros sanos impulsos a pesar de todo.

¡OH Dios!, necesito un amplio lienzo, que sea el mayor... Ya que este trozo de papel es muy escaso para volcar en él todo el caudal de voces y pensamientos que han renacido en mi mente. De súbito ha sido, al pensar en ti. Un lienzo para buscar en ese mar de luces aquellos resquicios de sombras volatizables de mi pasión. La otra cadencia del singular concierto, donde se esconden los recuerdos más turbios, los inconfesables recuerdos, el llanto callado y las lágrimas que aún titilan como perlas encendidas en nuestro corazón.
La brisa cuando acaricia, más parece que nos devolviera esa paz tan necesaria... Y entre tanto, escapamos del cruel laberinto de nuestras confusiones.
Donde hay o hubo amor, siempre hay perdón; hasta en los sueños Dios perdona, aún cuando desafiemos las leyes divinas y luchemos por conseguir “oníricamente” lo que el destino nos quitó.
Con tanta luz y un lienzo apropiado, de pinceles armado y un montón de pinturas, con mi mente alocada y el corazón tan henchido de amor, ¡ay, Dios mío!, cuántas pinceladas, qué torbellino de luces y colores juntos, de sombras y abismos... ¡Ay!, si pudiera plasmar en ese imaginario lienzo mi pasión y el amor que siento por todo cuanto me rodea hoy y lo inalcanzable. La pálida luz de esa nueva aurora es ahora como un mágico amanecer que surgiera en mi alma, es la luz delatora de mi inmensa felicidad...

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