NUESTRO VALLE, PARAISO PERDIDO ENTRE BRUMAS
Entre brumas se yergue su cima verde, se evade buscando expandirse hacia el cielo; y sus costas, batidas por el ondulante oleaje, resisten sus ímpetus salvajes. Abajo se oye el murmullo de las olas, como un eco viril cuando muere la tarde. En nuestro afligido delirio sentimos renacer tantos recuerdos imperecederos...
¡Al Valle se lo han cargado, eso es evidente! Sus campos han sufrido, en las últimas décadas, un duro golpe de consecuencias irreversibles. Ya de poco sirve hacer tristes comentarios al respecto. ¡Oh Dios!, ni se inmutan al verle morir, sangrando las huellas de las crueles embestidas del acoso de las pesadas máquinas del mal llamado "progreso". Donde se dieron cita todos los encantos naturales de
Desde su perspectiva paisajística, y pese al lamentable deterioro sufrido, aún podemos deleitarnos con rincones y panorámicas que nos facilitan la espectacular visión de aquellos quiméricos momentos de exaltación poética a través de esos vestigios encantadores, tan significativos, que dicen de sus bellezas lo que mis palabras no alcanzan a reflejar.
Recuerdo, siendo muchacho, cuando el campo olía a campo y nuestras playas al musgo fresco sobre la arena, de las algas fenecidas allí varadas. Los verdes peñascos de los bajíos resplandecían bajo el sol acariciador; aire salobre y yodado, todo olía a mar limpio.
¿Acaso, no echamos de menos aquellos caminos vecinales y atajos, cruzando plataneras, valle abajo, para llegar a Martiánez por
Celestino González Herreros
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