8/9/10

¡MI ALEGRE NIÑA DE DULCE MIRADA!

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Expectante estuvo largo rato, esperando verla cuando asomara. Pasó el tiempo inútilmente y ya tarde se fue abatido por la contrariedad sufrida por el desconsuelo insoportable de pasar otro día sin su grata compañía. Y así pasaron muchas jornadas y semanas y ella ignorando su angustia, sin saber que le inquietaba su largo silencio. Que por las noches, decía casi no dormir.

Buscó en uno de los cajones del viejo mueble, como tantas veces solía hacer, su última carta y otra vez volvía a leerla, a ver si adivinaba en sus palabras la verdadera razón de su ausencia. Y no halló respuesta. “Que no podía quererle” -lo repetía insistentemente- Que él era un hombre casado, que se fuera lejos, donde no vuelva a verle… ¡Que él es un hombre casado! Sus lágrimas mojaron el papel y las palabras mutiladas se hacían ilegibles, se corría la tinta, como si también lloraran. Y volvió a guardar la carta, igual que sepultarla, en el escondite más insólito de su casa, el viejo mueble ya en desuso, donde guarda sus cosas íntimas desde entonces.

A veces la ve por la calle y se esconde de ella, dice no poder soportar su presencia y sus ojos se habrían cegado por el llanto. No podría verla sin decirle que aún la quiere. No sabe cuánto, ni hasta cuándo.
Así pasaron los años y hoy, ya viejo, aún la recuerda como si fuera una niña. Y juega con ella, como si fueran dos niños, como si no hubiera pasado el tiempo… Le gusta andar descalza cuando pasean por la playa y se trepa por los riscos como una gaviota. Echado en la arena, le gusta contemplarla, cuando viene de regreso a sentarse a su lado. Si ella supiera cómo la conserva. Ayer la vio por la calle y sintió un pánico atroz, apenas si se mantuvo en pie, vieja y desaliñada, con su tez arrugada… ¡Pero siempre profunda su dulce mirada! Ella no alcazo a verle y permaneció oculto, no supo el tiempo, estaba asustado temiendo el encuentro.

Desde entonces, no la halló más en sus sueños, por más que lo intentara. Ahora se siente más viejo, más acabado. Y pensaba, ¿cómo es, que ayer todo fuera diferente, aquella ilusión por verla y jugar con ella que tanto le había alimentado y se sentía tan fuerte…Como un joven enamorado.

A veces, va por la tranquila playa y sólo ve las huellas de sus pasos que llegan hasta la orilla, donde la mar se queda y retorna callada, como si se la hubiera llevado con ella… Mi alegre niña de dulce mirada.


Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
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