24/2/10

SONDEANDO ABISMOS DE SOLEDADES...

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Qué lejos están los días aquellos de ilusionados encuentros y quiméricas huidas, que ahora recuerdo con desconsuelo. ¡Qué largas las ausencias nos parecen hoy! ¡Cómo nos alejaron!.. ¡Qué distantes están! Largas horas hemos pasado aferrado a esos recuerdos y en ellos hemos hallado el aliento propulsor de nuestro ánimo, se ha renovado el entusiasmo por seguir participando en el juego de la vida, aunque no compartamos plenamente los esquemas que actualmente nos condicionan.

Antes, podíamos creer en la bondad y el respeto de la gente hacia los demás, mas, hoy, son menos los representantes de la moral, han caído en el fango de la decadencia... Ahora recuerdo el caso de aquel diamante que cayó en el sucio fango y que al recuperarlo y después de limpiarlo bien, volvió a ser un espléndido diamante con su brillo natural, sin haber perdido entonces, su belleza y esplendor... Lástima que con los hombres no podamos hacer lo mismo, pulirlos.

Qué lejos están aquellos buenos amigos, cuánto se han apartado de nosotros con el paso del tiempo y cómo nos vamos quedando tan solos. Entonces nos ayudábamos dándonos cariño, compartiendo las penas y alegrías; buscando lo mejor para repartírnoslo como buenos compañeros. Vivíamos incentivados por la solidaridad que nacía en cada uno de nosotros como algo innato. Lo que le doliera a los demás también nos dolía. Las desgracias de nuestros semejantes las sufríamos como si hubieran caído sobre nuestra propia carne. Qué bien hoy, cuánto se alegran algunos de los problemas ajenos. Sin pensar en ellos mismos y en los suyos, creyéndose afortunados por que no les tocó a ellos, y en buena parte, saboreando las tristes consecuencias con esos aires de inocencia que delatan sus crueles sentimientos.

Qué lejos están los días aquellos, cuando, si hablaba un viejo todos le escuchábamos, por que eran sabias sus palabras y transmitían cariño y los mensajes más puros. Cómo nos gustaba imitarles, hasta en su forma de pensar y nos sentíamos importantes con el rico caudal de sus consejos. ¿Qué pasa hoy, por qué ese silencio entre unos y otros, ese abismo melancólico de soledades?

A qué obedecen las diferencias ya lo sabemos y nuestra actual sociedad no está ajena de sus propios errores, lo que ha fallado ya no cuenta, el mal está hecho, mas, sólo hay una vertiente disuasoria y que es la reflexión. Soluciones hay y tiempo para ejercitarlas, lo que es imperdonable es la pasividad con que se aceptan los descalabros y las nimiedades como contrapartida que a diario estamos recibiendo. Y seguimos sin querer denunciarlo, como si nada tuviera remedio, ni tuviéramos derecho a un mínimo de respeto y consideración.

Las calles ya no son las mismas, hay una amenaza constante y una indefensión que causa pavor, estoy hablando de urbanidad; y qué bonito es tropezar con gente educada y sencilla que no esquiva tu sincera mirada, que se te acerca y trata de ganar en unos segundos, la batalla al tiempo que ha transcurrido tan veloz, con una simple demostración de afecto, con una simple sonrisa que es como desearle a uno lo mejor, esa alegría del encuentro y saber que aún vivimos, que podríamos necesitarnos, que somos los de antes, sólo que estamos algo viejos y que somos mejores aún de lo que fuimos. ¡Ya tropezamos con tan pocos!.. Y eso causa lástima, frustración y abandono.

A los incautos el problema no les preocupa, mejor prefieren ignorarlo. Sin querer saber que algún día se verán frente a la realidad, juntos con los cínicos impostores que sistemáticamente han profanado la intimidad de las personas de probada conducta moral, las gentes serias, aquellos que han pasado... y los que aún estamos presentes.

Sin querer herir en ningún momento la susceptibilidad de los que por ley natural teníamos que respetar la convivencia en el entorno social como principal precepto divino y humano.

Mas, con todo pienso, que habrán nuevas generaciones con una visión distinta, más inteligentes, que entiendan el valor de la Humanidad; que acaben con las miserias del hombre y que sientan vergüenza de estos tiempos que nos ha tocado vivir, de pobreza material y espiritual. Pobreza en todos los sentidos y miserias incontables... Entonces sería grato volver a nacer, aunque para ese tiempo, quizás estemos mucho mejor donde nos haya tocado en suerte ir.



Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com

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