1/6/09

EN BUSCA DE EL DORADO

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Viendo pasar el tiempo, he dejado muchas cosas atrás y no pocas vivencias amadas y anécdotas, que, aunque sienta que han caducado muchas de ellas por esa nefasta influencia, por su traslación o alejamiento y las distancias, están ahí, en el lejano recuerdo de nuestro transito por la vida. Entonces, yo había partido en busca de El Dorado, como otros tantos emigrantes, con las ilusiones que me inspiraban las fantasías de mi corta edad. Era un sentimiento que iba en paralelo con otros sentimientos. Aparte del aventurero, otros me poseían con más tiernos anhelos; quería evadirme de la rutina diaria y dejar de sentirme un parias respecto a mis viejos; además, necesitaba aventurarme en pos de horizontes más alentadores.

Cuando ya pensé tener realizados esos sueños, sólo estaba comenzando. Mas, no en vano, intenté encauzar los logros alcanzados. Iba progresando a medida que fui superando las dificultades que, obviamente, generan ese ambiente propio de la vida de un inmigrante, que, a veces, son de consecuencias muy negativas.. Pero, ya digo, la perseverancia, en cualquier circunstancia de la vida, es la más sabia de las actitudes para lograr con éxito lo que nos propongamos. Estoy satisfecho de mis logros; ahora, más que nunca, conozco mejor la vida, es un caudal de experiencias, y lecciones oportunamente aprendidas que nos enriquecen en todos los sentidos, materiales y espirituales... Vivo de los recuerdos que, a veces, comparto con estos escritos, cargados, algunos de ellos, de un sentimiento especial hacia todo aquel conjunto de motivaciones, desde la más atrayente, hasta las realmente incómodas por sus contenidos insoslayables. Pero ahí está todo, en esa supuesta del tiempo alejado...

Entre tantas vivencias, escojo algunas para animar mis comentarios; echemos, pues, andar... Recuerdo ir caminando por Los Chaguaramos, - una zona, hoy residencial de Caracas- para realizar una visita a un amigo y paisano, darle noticias frescas y entregarle un "paquetito" de su familia. Ese día estaba lloviendo, en el cielo se hizo una oscuridad tremebunda, y el palo de agua fue muy duro; mas, en sólo unos minutos cesó de llover y nos brindó el azar un firmamento distinto, lleno de luminosidad. Todo aquello era una enorme sabana donde predominaban los juncos, palmeras y carrizales, acompañados de bastante vegetación alta, que estando mojada refulgía al socaire de los rayos solares. Eso ocurrió, en menos de una hora y media un par de veces. Cuando el agua se ausentaba las hojas brillaban hasta encandilar la vista, y la tierra al calentarse levantaba el vapor atmosférico, dándome, todo aquel bello entorno, la sensación de estar en un mundo distinto... Entonces había que caminar mucho, ya que no conocía exactamente las rutas de los autobuses y, ante el temor de alejarme del objetivo principal, prefería ir caminando. Cómo me gustaría saber expresar esos acontecimientos con sus encantos naturales, desde todo punto de vista casi inenarrables por sus hermosas complejidades que tuve la dicha de disfrutar. A veces, tenía que huir de alguna culebra; y las aves de abundantes especies, era muy frecuente verlas revolotear a mi alrededor o en direcciones diferentes, advertidas de mi presencia; eran tan variadas y exóticas, así como las sorprendentes colonias de coloridas mariposas, que más parecía estar soñando, que otra cosa. Se me iba el santo al cielo contemplando tantas maravillas, que nada tiene que ver con los malos ratos que hubiera tenido que pasar. Cientos de anécdotas, emotivas todas ellas, de una realidad distinta y ninguna, para mí, despreciables. Con ellas estoy llenando un manuscrito, para cuando pierda la memoria poder leerlo y no desprenderme nunca de esas vivencias entrañables. Dada su diversidad y las distintas motivaciones de sus argumentos, deben llevar un orden narrativo selectivo.
Entonces, Venezuela se me antojaba, que era un país nuevo, de una virginidad extraordinaria. Sus atractivas panorámicas lo atestiguaban; cada rincón de su geografía rural era una viva estampa de increíble belleza, y no lo digo desde la óptica de mi corta edad de aquellos años, por que a esa edad uno no se fija en esos detalles, buscamos otras cosas...

Una vez, ya casado y con hijos, -lo digo como referencia - iba con los compañeros de Sanidad, trabajando por un lugar muy singular, todos en sendos jeeps oficiales, por caminos de tierra, en un lugar casi selvático, cuando nos sorprendieron decenas de monos saltando entre los tupidos árboles, que, al parecer se alegraban al vernos. Y las orquídeas silvestres, vimos centenares, todas ellas bellísimas, cuyo hábitat eran los nudos de los robustos troncos de los mismos árboles; era un lugar tremendamente húmedo a pesar del fuerte calor reinante, rayos de sol que perforaban la vegetación hasta llegar hirientes a la tierra mojada. Y, en los páramos de la cordillera andina, yendo por ahí en otra ocasión, hacia San Antonio de El Táchira, buscando la frontera con Colombia, para ir a Cúcuta, el trayecto en automóvil, era un verdadero atractivo y a la vez, una delicada aventura si nos sorprende la neblina en las cumbres. Cuando llegamos, por supuesto ilesos, estando en un restaurante comiéndonos una hermosa tortilla a la española, oímos un tiroteo en la calle y al preguntar qué era aquello, nos advirtieron que se trataba de una revuelta entre civiles y militares, que tuviéramos cuidado... Así las cosas tuvimos tortillas a la española para rato.

A veces pienso, en esos especiales momentos, recuperando vivencias, recuerdos un tanto alejados… Entonces, parece como si renacieran todas aquellas cosas de nuestro ayer y sus afectivos influjos nos poseyeran. Del pasado tengo un concepto liberal y a la vez razonable, él es como nosotros mismos, tiene un comienzo, se distrae en el camino... y desde su aburrido alejamiento, nos provee en sutil divertimento, de aquello que no vamos a poder alcanzar.

Yo pienso que pasado y presente, nunca podrán entenderse, pero siempre se respetan en algo religiosamente intocable: desde cuando los hombres se identificaron y distinguieron del resto de las especies, en la memoria y conservación del recuerdo de sus vivencias.

Hablaba de Venezuela, y a nadie le niego mi profundo amor por ella. Mentaba cosas bellas de sus campos, barrancos y hondonadas Citaba a sus distinguidas gentes, y sigo confesando, abiertamente, mis debilidades por ellos y los encantos de esa singular tierra.

Ese llanto que oigo a través de mi conciencia, no es un llanto normal, ése arrastra un lamento que más parece una queja que una simple expresión sentimental. Y me pregunto en mis calladas horas, en mis sórdidas y evocadoras estancias, si no habré dejado atrás algo más que una ilusión apresada en el tiempo.

Venezuela, hoy atribulada, mal tratada por la incomprensión de sus gobiernos y sus opositores, por los desalmados e irresponsables detractores de su destino, insisto, adversarios de sus verdaderos derechos cívicos, políticos y sociales, verá la luz que intuyo; habrá un renacer social definitivo que será histórico acontecer por sus innegables consecuencias. Pero será el tiempo quien marque las pautas, con él irán marcándose los pasos de su destino...

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