9/7/08

Mística noche portuense. Otra vez en julio.

Descompuesta la luz intermedia, entre la tarde y la noche, o lo que es lo mismo, el espectro solar, cuando se matizan los colores de la luz blanca declinando hacia el gris oscuro creciente, uno siente la sensación de abandono que obliga a la meditación distendida en un natural recogimiento. Ese trance sensorial obliga, a veces, a cavilar profundamente respecto a la evidencia que encierran nuestros temores, acerca de la corta permanencia de la existencia del hombre, aquí, en este mundo lleno de encantos y banales contradicciones.

Llegamos a percatarnos, con ciertos recelos, del caudal que hemos atesorado, lo que, superando ese transito vital, aún sigamos derrochando la fortuna que Dios nos ha dado en buen grado. Es ciertamente gratificante, retroceder en el tiempo y contemplar, en el basto camino, las huellas marchitadas de aquellos que, lastimosamente, han quedado atrás en la loca carrera por la supervivencia. Y considerablemente triste, no poder tenerles con nosotros. ¡Han pasado, desde aquel remoto ayer, tantas cosas!.. Y así será hasta la eternidad, unos nacen, otros mueren y siempre habrá un momento para reflexionar en todo ello. Vivimos condicionados y morimos ignorando nuestro verdadero destino, si no aceptamos la realidad del presente... ¿A donde iremos cuando exhalemos nuestro último aliento?.. Si queremos saberlo, hagamos acto de contrición y busquemos el camino de nuestra salvación. En esta reflexión teológica, hallaremos el consuelo de la indiscutible verdad. Sólo se gana la paz espiritual admitiendo nuestros errores; y no hay perdón si no queremos arrepentirnos...

Esta tarde y entrada la noche, en este mes de julio, nuestras plazas y calles públicas, deliciosamente engalanadas, verán el paso del Gran Poder de Dios. Siempre triste la expresión de su mirada, pero solícito, cuando escucha atento nuestras súplicas. Le vemos pasar en silencio, con la humildad solemne del virtuoso omnisciente que atrae y convoca a nuestra fiel entrega. Dan tanta paz contemplarles en la noche, con el fulgor de los cirios encendidos. Su perfiles admirables refleja cambios distintos con la brisa que le acaricia; y parecen que lo estuvieran viendo todo desde sus respectivos tronos y nos brindaran su cariño incondicional con discreción divina. No nos cansamos de mirarles y, a veces, parecen que nos dijera algo... No nos cansamos de amarles y entendemos bien, la expresión triste y a la vez serena de sus deificadas miradas.

El Puerto de la Cruz, con sumo respeto y tradicional ilusión, tanto popular como religiosa, da culto al Señor, al Viejito de mirada buena, al Padre redentor de todos por igual, los que viven en la abundancia y aquellos que adolecen de esa suerte material... Padre consolador de los enfermos, de los desahuciados por el hombre, los marginados y tantas víctimas inocentes que hay... El Puerto de la Cruz nuevamente, está de fiesta, en el ambiente callejero hay un halo de felicidad que contagia. Las gentes quieren participar, esta vez con mayor entusiasmo, al engrandecimiento de su celebración y rendirle pleitesía amorosa al Gran Poder de Dios y nuestra Señora, la Virgen del Carmen; homenaje merecido, por cuanto han hecho por este pueblo querido de todos; y por el destino que nos ha tocado compartir.

Cada año vivimos la misma emoción al verles pasar por las calles acostumbradas en magna procesión. La noche se alegra con el acompasado paso de los fieles y la custodia de las distintas Hermandades que fervorosamente les acompañan. Y el trepidar de los fuegos de artificios y la brisa marinera, los rezos y cantos, las sentidas poesías desde el vetusto balcón o la humilde ventana, alabando a Dios y nuestra Virgen, en estrecha armonía y popular devoción cristiana. Todo ello testimonia nuestra dedicación y justifica nuestra fe. Siempre será igual en julio, estaremos más viejos, pero habrá nuevas generaciones que seguirán manteniendo la tradición respetuosa de rendirle el máximo culto a nuestros protectores espirituales: el Viejito y nuestra “bella y hermosa” Virgen del Carmen.

Con los nuevos adelantos, desde hace algún tiempo, también nuestros queridos enfermos y personas mayores - verdaderos artífices de nuestra felicidad actual - podrán seguir viendo, a través de las distintas cadenas de televisión local, los actos religiosos que se vayan celebrando, y que, expresamente, pienso, para ellos cariñosamente transmiten.

Este año en julio, despertarán, nuevamente, profundos recuerdos del letargo de la ausencia, y sentiremos en nuestra garganta el ahogo del llanto contenido y nuestros ojos volverán a experimentar el calor de nuestras lágrimas, al recordar a esos seres queridos que también acompañan desde el Cielo, rogando por todos nosotros. También estarán siguiendo los pasos de nuestras Imágenes veneradas, por todo el Puerto de la Cruz; agradeciéndole al Señor y la Virgen, la inmensa felicidad que nos deparan con su presencia.

El amor despierta entre nosotros, lo vemos todo más bello al sentirnos más humanos. Que nada ni nadie interrumpa este ambiente de felicidad y que sea duradero, interminable.


Celestino González Herreros
Puerto de la Cruz, a 4 de junio de 1999
Publicado en el Periódico EL DIA: 16.06.99

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