30/11/12




CAMPANAS DE NAVIDAD

 ... repique del amanecer / no quisiera llorar / porque quiero cantar / a la musa de ayer.


Estas líneas que transcribo, son un extracto afectivo de una carta que en breve saldrá hacia Venezuela, enviada a unos primos en Barquisimeto que emigraron hace más de cuarenta años y son muy felices allá y están muy bien, en todos los sentidos; y  no olvidan a Canarias.

Dado que se acercan fechas de un profundo significado, tanto religioso como social, me adelanto para desearles lo mejor y que las disfruten, con amor ante todo y luego con salud, que es también importante. Todos los que estamos, bregando aún por la vida, por los ausentes, rogaremos; con la resignación a que estamos acostumbrados, ya que otra cosa no podemos hacer. Estarán en nuestra memoria y con el recuerdo alimentaremos el amor que les debemos, mientras haya vida en nosotros.
Ahora veamos a nuestro alrededor lo que realmente tenemos y demos gracias a Dios por todo.
Seamos, pues, conscientes de nuestra “fragilidad” y brindemos por el sublime hecho de estar juntos, a pesar de todo y las distancias.
Pienso recordar, como siempre, con veneración, a mi querida Venezuela. Nada se me va a olvidar, aunque estemos tan lejos, en el pensamiento estaremos juntos, les traeremos a todos para acá.

Sinceramente, hay veces que me gustan más las Navidades de Venezuela. Será, quizás, por mi forma de ser o por lo ideal que para mí es ese bello País y sus gentes. Será también, que su música me llama y sus hermosos paisajes. O serán los recuerdos de mi juventud que me reclaman... Recuerdo, desde cuando era un muchacho, en Caracas, lo feliz que fui con mi familia - rama paterna - y puede ser que ello sea razones más que evidentes, recuerdos propios de aquella edad. Del dolor de estar solo, de estar tan lejos de los míos; y del cariño que recibí en todo momento, de todos. Que sea eso lo que me obliga a magnificar esas fechas, tan tristes, a veces, cuando no, para tantas gentes, en otros casos, los días más felices para chicos y grandes, para todos.

En Venezuela, por ejemplo, sin menospreciar cualquier otro lugar del mundo, la Navidad tiene un encanto extraordinario. Desde el mes de Octubre se despierta la inquietud fiestera del pueblo, el ambiente se va transformando con la magnificencia del buen deseo para con los demás. ¡Buen comienzo! Los ánimos se van sedando y la reflexión obliga a reconocer nuestros errores y el rencor que pudiéramos  haber anidado en nuestro corazón durante el resto de los meses del año. Parece como si se minimizaran los problemas cotidianos y al llegar los “días calientes“de la gran reconciliación, el país entero respondiera con amor. Que el Niño Jesús haya conseguido, nuevamente, unirnos en el fraternal abrazo de la solidaridad; y que todos juntos seamos más fuertes, estando unidos. Entonces da igual ser pobre o ser rico, cada cual acepta su destino.

A todos nos sobra amor para repartir. A veces, hasta el maleante y el peor de los indeseables, parece que se sensibiliza un tanto y deja de ser el enemigo del bien. Todos buscamos ser y hallar lo que siempre hemos deseado, y estar cerca de los seres queridos... Los cerrojos de las puertas están quitados para que podamos entrar... Y la noche del cañonazo es, como un río de alegría que se desborda e invadiera con la presencia de un amor especial, el ámbito nacional. El cordial y respetuoso abrazo dignifica al hombre y a la mujer. Todo queda en el respeto mutuo y las puertas siguen abiertas para que el vecino entre y pueda honrar el hogar que se le ofrece... Y el compadre con sus amigos... La música y la alegría lo invaden todo. ¿Cómo es posible tanta ternura? ¡Y que eso sea una tradición de tantos años!.. Pues si, yo lo viví ampliamente y por ello insisto, al decir: Quién no haya gozado unas Navidades en Venezuela, no sabe lo que se pierde.

Aquí, en mi tierra, me falta ese “sabor criollísimo”. Sin embargo pienso: Será por los siglos de civilización y todo lo que me quieran decir respecto a Latinoamérica  -sin olvidar de que Canarias antes era así- y que eso ha desconectado los verdaderos sentimientos en nuestros pueblos, de sus verdaderas raíces, y hoy, sólo seamos un producto más del progreso convencional de intereses foráneos... Las luces en las calles, el despilfarro y la falsa algarabía, nada dicen respecto al amor entre los hombres. Es pues, una cobertura política y social de frías connotaciones para captar los verdaderos sentimientos de quienes esperamos que todos los pueblos sean iguales, con las mismas oportunidades. Que se acaben las guerras y el hambre... Y desaparezcan los intereses partidistas...

Yo aprendí una lección, hace más de cuarenta años, allá, en Venezuela. Una lección que jamás he podido olvidar. Entonces éramos conscientes de la necesidad de luchar “todos juntos” para darle al País el impulso necesario para verle salir a flote, después de tantos desmanes políticos sufridos. Aún era Venezuela un país próspero y prometía poder ayudar a todo aquel que quisiera trabajar... Pero los políticos seguían haciendo de las suyas, enriqueciéndose a costa de la indefensión popular. Y la lección que aprendí, fue, que nunca hay que desfallecer, tarde o temprano, preveíamos, todo se iba arreglar...
Esperemos que sea así y que se cumplan mis predicciones. De momento no sé cómo están las cosas por allá. No quisiera generalizar, pero como anda la Humanidad, presumo que también habrá llegado allá la degeneración  política, la delincuencia, la hambruna y las contiendas políticas queriendo justificar sus nobles hazañas sin méritos algunos, y sí, todo lo contrario. Las gentes están desencantadas, todo va en picado hacia abajo, hacia el penoso fracaso, pese a los esfuerzos que hagan por evitarlos tantos defensores de nuestros pueblos como ciertamente siempre han existido. ¡Hay que cambiar tantas cosas por otras más alentadoras! ¡Ah!, pero como ya llega la Navidad, a compartir la felicidad. ¡Olvidemos los malos momentos, que ya vendrán tiempos mejores!..





Celestino González Herreros
          celestinogh@teleline.es

28/11/12



PUERTO DE  MAR Y DE ILUSIONES DONDE LOS SUEÑOS ARRIBARON

Aún conservo en mi memoria aquellos lejanos días, viviendo las Fiestas de Julio... Entonces lo veía todo distinto, e indudablemente, cautivado por las influencias habituales de la juventud. Todo eran sorpresas, emociones imposibles de contener y nada fáciles de olvidar, siempre sensaciones nuevas; y era allí, donde íbamos tan ilusionados a dar vueltas, en la Plaza del Charco, donde esperándonos estaban los amigos y las amigas... Entre todas ellas siempre habo una que sobresalía, que no se apartaba ni un instante de la mente. ¡La de los sueños!

Y en las noches de rondas por las calles empedradas del viejo y atractivo Puerto de la Cruz, recordemos… Aquellas románticas serenatas al pie de la ventana de la muchacha amada y por las tardes, los largos paseos por la costa... También recuerdo ir buscando, a ultranza, las viejas tascas de la calle Mequinéz y sus aledaños, así como las de la calle La Lonja, El Presidio en  Santo Domingo, el merendero típico y alegre de Felipe, en la playa de Martiánez, Mario en San Telmo, los aperitivos soberbios en casa de Don Casiano Verano y tantos otros. Hoy, a mi mente acuden esos  recuerdos con el natural desconsuelo que, hasta llegan a entristecerme; por todos los cuales, al evocarlos, siento la sensación de un vacío tremendo, como si al retroceder a esa época tan ausente, se me fuera, deliberadamente, el alma en busca de esas vivencias y quisiera recobrar aquellas ilusiones perdidas para sentirme tan feliz como lo fuera entonces, cuando creía alcanzarlo todo... Tradicionalmente, y por estas mismas fechas, el espíritu de mi pueblo parece que fuera creciendo, y se estimulara su idiosincrasia e imagen, como si se fueran animando con todos los deliciosos encantos de sus abundantes bellezas.  El Puerto de la Cruz se desvela en su espléndida condición social, cual si amaneciera deslumbrante de un fantástico sueño y se le viera risueño, brindándonos realidades multicolores en sus calles y plazas, entonces abanderadas e iluminadas. Igual que en sus noches sensuales y bullangueras, amenizadas con los ritmos más exóticos de nuestras espléndidas orquestas con aires musicales bailables de diversos ritmos y las de los otros queridos pueblos del Centro y Sur de América, sones caribeños que tan gratamente nos contagian sus alegres cadencias tropicales. La sensibilidad de nuestras gentes se mezcla con la alegría del visitante que sabe poner la nota más expresiva en el acontecer de estos días con su  presencia y participación en los variados eventos socio cultural a celebrarse. Es interesante ver sus vías públicas transitadas masivamente, y observar en los rostros de las personas asistentes esa disposición alegre y desenfrenada de plena participación fiestera. En esas fechas, cada año, el programa a desarrollar se amplía con el empeño de que todos sus actos religiosos y populares satisfagan lo más ampliamente posible y con ello transmitir también la condición comunicativa de los portuenses al recibir con gracejo la fascinante contribución  foránea.

Innegablemente, siempre estamos de fiestas o por lo menos dispuestos a celebrarlas. El medio es propicio, aunque las actuales circunstancias sean otras, entre otros motivos, porque la Ciudad aún conserva muchos de los antiguos rincones que nos recuerdan su identidad social primitiva; perdura, pues, su tipismo y folklórico acento, que es su sentimiento popular y, obviamente, le pone de manifiesto; y, es por eso, que siempre está alegre y abierto a todas las corrientes sociales y culturales. Más, por tantas razones, hoy es la meta más acreditada del turismo universal, lo que viene a corroborar cuanto he dicho a grosso modo. Pero, en cualquier época, más  en Julio, el Puerto de la Cruz se crece en todos los aspectos. La primavera ha dejado aún lozanas sus lindas flores en honor a las fechas tradicionales señaladas, y en sus perfumes, el embeleso poético de una ofrenda sentimental al Gran Poder de Dios, nuestra madre, la Virgen de El Carmen y el inseparable San Telmo. Aromas y fragancias que envuelven el aire que nos acaricia y respiramos... Las viejas casitas terreras que aún quedan algunas se vestían de blanco y destacaban sus rojos tejados que, anhelosos se proyectan hacia las alturas. ¡Volveremos a escuchar el tronar de las tracas y demás artificios pirotécnicos! Y la pequeña bahía romperá su monotonía, conservando sus atractivos, engalanando sus bellas embarcaciones, que siempre nos recordarán pretéritas procesiones marineras sobre el ancho mar...

Son sus calles cauce de un caudal desbordado de religiosidad y civismo que convoca a reflexionar detenidamente en lo humano y en los vínculos religiosos que nos unen. Todo ello, en su conjunto, refleja esa solidaridad que distingue a sus gentes cuando se encuentran en ese ambiente tan propio, como es el que nos brinda la gran Ciudad Turística y, eminentemente, marinera; puerto de mar y de ilusiones donde los sueños más hermosos arribaron siempre.

El talante popular y alegre de sus natos moradores rompe a tiempo los esquemas negativos para imponer, en ese desafío, sus tradicionales sentimientos y para lucir su gracia universal en el ambiente cosmopolita que se vive, en el cual no se necesita agenda ni fortalezas, por que nada, decididamente nada, se les opone. Puerto de la Cruz es como una monumental roca basáltica de inmensas proporciones que rompe valientemente todas las adversidades que nos puedan llegar. Es el fortín de tantos sueños... Los años transcurridos han sido generosos con nosotros; hoy podemos rememorar aquellas andanzas, y evocarlas con ternura, soslayando lastimosamente todo lo que el progreso y el tiempo nos llevó. El que más o el que menos, sintió alguna vez, en ese marco dilecto, alguna ilusión... Quizás hoy lo recuerden algunos, los que nunca valoraron eso que se les fue de las manos y por lo que, en consecuencia, se lamentan tardíamente. Yo, en cambio, disfruto cuando llegan esas fechas, siento que me invaden los recuerdos de aquellas gentes, viéndoles ir en todos los sentidos celebrando el grato momento  que vivían en sus calles, las plazas, la iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia, y la dulce mirada del Gran Poder de Dios en su silencio sobrecogedor. Su Altar, cual humilde y atrayente trono, fuente deificada de amor, humildad y paciencia. Y también, San Telmo. ¡Ay, cómo lo recuerdo todo, a pesar de los años! Mi infancia y mis amigos de entonces, aquella juventud.... Años de embelesos constantes hoy rescatados en mi mente para con ellos despertar otros que han sido sueños aletargados, pero igual de queridos,  arropados todos ellos, en un rincón del alma para que nunca mueran... He vuelto a soñar aquellos alejados momentos y he sentido la ilusión de entonces, caminando sobre los vetustos adoquines de mi pueblo marinero, saludando a tantas buenas personas que te inspiraban afecto y confianza, gentes sencillas y nobles, ausentes muchos de ellos y tan presentes en mis recuerdos. Pueblo por el que siento gran admiración, por saber conservar la gran ilusión de mantener la tradición cristiana y popular de las Fiestas de Julio desde tiempos inmemorables,  celebradas en honor al Gran Poder de Dios y su veneraba Virgen de El Carmen, de la forma acostumbrada y con el calor humano de siempre. Sea pues, esta inspiración espontánea y sincera mía, la razón más afectiva de una profunda y sentida plegaria de amor, rogando, un año más al Cielo, por el  destino de nuestro entrañable Ciudad y toda la Isla de Tenerife. ¡Una vez más en Julio!..Que llegue a cada rincón de sus hogares la dulce mirada de nuestra Carmela y el Gran Poder de Dios, que se posen cual divina bendición en el lecho de tantos enfermos... y les brinden su gracia divina y con ella recuperen las fuerzas perdidas... Y, a tantos compatriotas nuestros, que luchan en tierras lejanas en sus obligados exilios, que no muera nunca en ellos el recuerdo de esta tierra que nos vio nacer; para todos ellos también pido una sentida oración...
        
Así ama mi pueblo, aquel pueblito que fue creciendo hasta llegar a ser lo  grande que es hoy. De todas formas, yo me remito al pasado, a aquel hermoso enclave a la orilla del mar, bañado por sus olas con olor a algas y yodo, bajo este espléndido sol, con sus brisas cancioneras que nos brindaban esperanzas marineras que despertaban en nosotros el deseo de amar y luchar. El deseo de buscar de la vida todos sus encantos...
        
Siempre será así en Julio y habrá muchas  razones que nos pongan sentimentales. Más, amorosamente mitigaremos nuestros pesares acompañando los pasos serenos y lentos de nuestras Veneradas Imágenes en su recorrido acostumbrado... Con ese disfrute espiritual hallaremos el consuelo necesario y las fuerzas para sobrellevar, dignamente y con provecho, esta vida hasta un próximo encuentro. 





Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
           celestinogh@teleline.es
                                                                                  

27/11/12


                   

SEPTIMO ENCUENTRO POETICO
"CIUDAD DE LA LAGUNA"

Hace veinte años ya cumplidos, desde abril de 1.993, se celebró en La Laguna el SEPTIMO ENCUENTRO POÉTICO “CIUDAD DE LA LAGUNAal que fui invitado e incluso distinguido, como a otros participantes en calidad de poeta, obsequio que conservo y que, al verle en mi hogar expuesto en lugar preferente, reluciente aún, el recuerdo de aquellos enternecedores momentos y al recordar  tantos  amigos y conocidos allí presentes, fui a mis archivos y hallé lo que en esa ocasión publiqué en el Periódico El Día 22.05.93 (Tenerife, pág. 3), entonces; y así mismo lo transfiero para aquellos que del nutrido grupo que en tal evento participamos y para  el público y lectores míos en general.
Han pasado veinte años y parece que haya sido ayer. ¡Cómo pasa el tiempo amigos míos!...

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Hoy hemos sido convocados, como en anteriores ocasiones, al encuentro de las apasionantes inquietudes por nuestra Cultura Canaria en este evento excepcional, buscando la comunicación literaria, cada Isla con sus respectivos representantes y, al amparo siempre de los mejores deseos altruistas, que señalan esa búsqueda receptiva y transmisible de tantas aportaciones nuestras que contribuyen, de todas maneras, al engrandecimiento formal y racional de nuestras aspiraciones respecto a la proyección Poético Literaria de las Islas Canarias.

Al compromiso grato y placentero de reencontrarnos, hoy hemos asistido y auguro, a la vista está, que la conciencia de hermandad entre todos los canarios converge, ciertamente, en un común deseo: el de, cada día estar más unidos en nuestro empeño de salvar la Cultura Canaria.

Cada Isla es un sueño y todas configuran el encanto innegable de nuestra estirpe humana, reflejada reiteradamente en la conducta de nuestros pueblos y el espíritu renovador de nuestros hombres y mujeres de todos los tiempos, verdaderos protagonistas en el marco  socio-cultural y espiritual. Somos un pueblo sano y, desde luego, amantes de lo natural, lo ecológico, la virginidad de nuestros entornos, la soledad de nuestra suerte y del canto ilusionado de nuestras suaves y cálidas brisas, cuyos ecos nos acompañan por los senderos de nuestros destinos y vamos a donde vayan ellas. Somos un pueblo unido en el sentimiento y en la fe y asistimos con la misma vestimenta, del honor al dolor de nuestros semejantes cuando nos necesitan... Somos poetas, todos los canarios llevamos dentro un canto arrullador y nos sentimos " cotidianamente" arropados y recostados  en el amoroso regazo de nuestra madre, oyendo, como cuando éramos niños, el canto del Arrorró... Y son las notas de esos cantos la rítmica consonancia intuitiva que nos distingue de los demás. Desde la cuna somos poetas y la lírica de nuestra tierra tiene proyección de libertad, como nuestros pensamientos, aunque sucumben algunas veces, pero del todo no mueren.

Enumerar en estos momentos detalles de relevante importancia de cada Isla (que los hay abundantemente) lesionaría las reglas preestablecidas del juego y no dispongo del tiempo que deseo. Todos queremos decir algo en esta cariñosa apertura, " Acto entrañable" que he tratado de presentar someramente, para aprovechar el tiempo del cual dispongo.

Este es el séptimo encuentro de Hermanamiento anual de Arte y Poesía de Las Islas Canaria, de la Asociación de Poetas Canarios Uni-Verso que habitualmente se celebra en esta bella Ciudad de La Laguna, sabiamente elegida por ser ella Meca de la Cultura de nuestro incomparable Archipiélago de todas las Islas Canarias.

Hoy, la Poesía Canaria viste sus galas más bellas, está entre nosotros rondándonos con evidente y sublime ternura, pues al sentirla en este Acto que le brindamos, descubrimos nuestra propia sensibilidad. Afecto que manifestamos en nuestros pasos a través de la cultura, ese camino de devoción que arranca desde nuestra alma... Esa inquietud que nos identifica con nosotros mismos y ante los demás, ese amor desmedido por lo bello. Atracción por el infinito espacio, por las lejanías. Los suaves aromas de las flores... Que remontamos las Alturas y acompañamos al sufrimiento en su galopante locura.

Hoy, nuestro aliento es Poesía que se confunde en el silencio de nuestras justas reflexiones. Todos somos eso, Poesía...

Solo me resta desearles la suerte de ocasiones precedentes y el calor comunicativo que garantiza el éxito de nuestras justas aspiraciones literarias.







Celestino González Herreros
         celestinogh@teleline.es
                                                                                                





AVENTURADA ESTANCIA PROFESIONAL EN LOS REALEJOS
Honrando la memoria de los viejos Practicantes en Medicina y Cirugía Auxiliar


Calle abajo, recuerdo ir andando presuroso. Mis servicios profesionales habían sido solicitados para atender a un enfermo... Podría decir: Me fueron a buscar una gente que estaban apurados, para ayudar a un enfermo que estaba muy mal... Pero da igual, lo importante es ir sin demoras, vocacionalmente, como aconseja la propia conciencia. ¡Un hecho entre tantos, no fue el único ni el último! Como era cerca de casa fui a pie.

Desde entonces conservo el recuerdo de aquella penetrante mirada y luego su sonrisa distendida, dulce y serena, a pesar del mal momento que vivía. Se había alegrado al verme y sin apenas conocerme, sabía que ya no estaría tan sola y ello le tranquilizaba. Entonces me causó un gran impacto su expresión bondadosa, también recibí extrañas fuerzas... No es tan difícil comprenderlo, sólo hace falta buena voluntad para asumirlo. Todos estamos implicados en la necesidad de amarnos y protegernos mutuamente, somos iguales ante la desgracia, es lo único que nos iguala.

vi. en sus ojos un cause abierto, una entrada generosa  que llamó a mi espíritu hasta el rincón de su desconsolada alma; y bebí en la fuente de su esperanza hasta saciarme, luchando juntos para vencer su angustia en esas horas agónicas de su enfermedad.

Pasó mucho tiempo desde entonces, luego si nos veíamos, de paso por la calle, con gratitud me recordaba los esfuerzos y mi constancia... -cuando sólo cumplía con mi deber profesional, si es así como debo decir-. Fue entre ambos que logramos vencer su mal, y por supuesto la sapiensa del médico. Agotamos nuestros esfuerzos sacrificándonos con denuedo y voluntad cristiana en nuestro afán de lucha, intercediendo por nosotros mismos y en contra de la muerte... ¡Al final vencimos!        

Seguramente es que no estaba escrito, pero en eso no habíamos pensado, al menos yo. Siempre no vamos ampararnos en esa posible excusa, todos estamos obligados a luchar hasta el último instante por el todo...

Antes, como bien decimos, era distinto. Cuando había que estar horas enteras al lado del enfermo, entre otras verdades, viendo caer las cuarenta lágrimas por minuto del gotero, colgado del clavo  que sostenía el cuadro que pendía en la cabecera de la cama, en la pared de la habitación... Tiempo que inspiraba a la reflexión viendo apagarse la vida del enfermo, y muchísimas veces sentirse uno impotente y desasistido ante la voluntad de Dios y declararnos en rebeldía, desesperadamente, luchando ya sólo con el corazón por que no se nos vaya y sin saber qué más hacer, sólo rezar... Cuántas veces tuve que abrir una ventana para que se ventilara la habitación y saliera el desagradable olor a muerte que iba proyectándose en nuestros ánimos, y hasta nos ahogaba, estrangulando nuestra difícil respiración...

Mas, muchas veces logré contagiar nuevos ánimos a pacientes enfermos cuya resignación me irritaba y les instaba a que lucharan, era mi humilde condición, que no se dieran por vencidos, que tuvieran fe en la medicina, que nuestras atenciones no les faltarían, pero el enfermo habría de contribuir creyéndonos y aceptando todos nuestros esfuerzos...

Y así una casa, otra casa, más enfermos... ¿De dónde me venían las fuerzas y el entusiasmo que derrochaba?  Aún hoy me sigo haciendo la misma pregunta: ¿De dónde? Con razón me he hecho viejo sin darme cuenta, pero vale la pena haber vivido tantas experiencias importantes que deparan satisfacciones incalculables, poder contar con amigos por todas partes,  no sentirse uno tan solo y saberse reconocido, al menos así espero y no odiado por nadie.
                                                       






Celestino González Herreros
           celestinogh@teleline.es
                                                                                         


25/11/12


LA OROTAVA  JARDIN DE MIS AMORES

Sugerentes y atractivas son las imágenes del verde monte que sólo a unos kilóme­tros de distancia se me muestra, viéndole desde una céntrica calle de La Orotava. Como si acabara aquí la Muy Noble y Leal Villa. El pasado está ahí, asomado en sus viejas casonas y los balcones canarios que conservan aún para el recuerdo la huella indeleble de pretéritas generaciones en los vetustos callejones de umbríos perfiles, algunos de los cuales ahora casi intransitables, pero que deben decirle mucho a nuestros respetables ancianos, de cuando eran niños y jugueteaban en ellos con los juegos propios de la edad y de aquellas épocas superadas con notoria nostalgia. Seguramente  que muchos se acuerdan y son felices por que las subsi­guientes progenies no han podido derribar algunos de esos alegóricos pilares y románticos escenarios que testimonian en nuestro presente la cultura e historia en cada una de sus clamorosas motivaciones.

Impresiona el contraste, entre la llanura alegre aunque escasamente culti­vada si recordamos cómo nos cuentan que eran antes, y el silencio de la gente que pasa por mi lado. El campesino canario en general y muy particularmente el oro­tavense, habrá sufrido una transformación psicológica en medio de la confusión que vive y que deriva, por consecuencias obvias de los desfases del tiempo que corre como un río de contradicciones en aras del progreso y la destrucción... Aquellos arrieros que bajaban a los pueblos con los productos del campo. ¿Quién no recuerda esas estampas memorables? Los caminos se alegraban con ellos, de todos los campos bajaban. Ya todo eso ha muerto poco a poco y asombra ver alguno, aunque le sigamos viendo con cariño y respeto. ¿Cómo nos identificaremos mañana, acaso como enemigos de nuestras propias tradiciones?
        
Las verdes lomadas de antaño están siendo sensiblemente afectadas. Antes, cuando subíamos hacia Las Cañadas del Teide, no había nada más bello e impresionante. Al llegar a Barroso tenía uno que detenerse y conversar con los viejos y las hermosas muchachas, era obligada esa consideración para los que no pertenecíamos a tan acogedor lugar, que  como simples  visitantes siempre éramos recibido con normal afecto y la cu­riosidad propia de la gente extraordinaria del campo. ¡Benditos recuerdos! Y hasta llegar a la más apartada casa todo era embeleso y gratitud... También hubo mucha penuria, que lamentablemente empañaban la realidad y belleza de todo aquello.
        
 Estoy dentro del coche a unos metros de la amplia puerta de entrada al Cementerio. Ahí está el monte y antes, una pequeña plaza bien conservada y adornada con dos hermosos dragos, piteras, una fuente de agua funcionando en el centro y toda ella rodeada de frondosos hibiscos y cantidad ingente de lindos rosales; y mientras escribo, cuando levanto la vista del arruga­do papel para volver a mirar hacia el tupido follaje del elevado monte, son inter­minables los grupos de personas que bajan de los coches o van andando por la empinada calle, con deslumbrantes y multicolores ramos de flores para sus queri­dos familiares fallecidos... Y hoy es un domingo cualquiera, eso sí, muy soleado y el cielo de un azul impresionante todo despejado, del mes de diciembre. Si miro a través del espejo retrovisor veo varios balcones todos engalanados con vistosas macetas de barro, sembradas de geranios rojos, balcones antiquísimos de puro es­tilo canario con tejados de color rojo oscuro, desteñidos por el paso del tiempo y la humedad del lugar que alimenta a los berodes que despuntan y perduran en los mismos mientras sean tan favorables las condiciones climatológicas. Sigo viendo la calle de muy pronunciado desnivel que baja y al fondo de todo el mar azul igual que el cielo. Hoy se me antoja que también fuera de plata por la luz reflejada. Sobre él algunas pequeñas nubes, allá so­bre el estático horizonte,  avisándonos que en breves días lloverá. Otro síntoma delei­tante es ver pasar en todas direcciones  las acostumbradas plantitas de "flor de Pascua", limpias y exageradamente rojas, que se lleva la gente a sus respectivos hogares.

Siguen bajando encantadoras muchachas con sus ramos de flores; las más jóvenes dándose tono y sonrientes, las mayores más serias y pensativas, debe ser que la cuenta las entristece o cosa parecida.

Cuando ya me iba tuve que exclamar: ¡Verdaderamente La Orotava es bonita! .Sus calles, con los montes en segundo plano, si miramos hacia arriba, producen el hechizo confortable de la inspiración más sana que despierta senti­mientos poéticos. 

 Viéndola cada día quizás no despierte en "los villeros" este entu­siasmo mío. Es que, tal y como están acabando con todo lo nuestro, esos pocos testimonios de nuestras cosas canarias, que están casi intactos, son mi admiración. Siento apego por tan bellos entornos y en consecuencia por aquellos que han sabido imponerse en favor de tales reliquias. Las razones, fueran las que fueran, que hayan permitido esa prerrogativa afortunada de conservar gran parte del patrimonio artístico orotavense, deben tenerse en consideración. Yo disfruto viendo las viejas casonas y sus empinadas calles y me ilusiona poder manifestarlo. No ocurre como en otros pueblos y ciudades, que se han cargado todo lo que pudiera enriquecer al resto de nuestros patrimonios ar­tísticos y culturales, alegando que son pueblos pobres y necesitan realizarse ven­diendo... O la ingenua visión expansionista de muchos políticos mal iluminados y en consecuencia "depredadores", buscando el consuelo de sus beneficios previamente calculados y aún sabiendo que ello va en detrimento del resto de la sufrida sociedad canaria.

Antes de salir de La Orotava volví a mirar al monte, esa alargada y verde cordillera que le da al Valle todo su esplendor, entre brumas bajas que remontan como queriendo llegar al cielo.

 Con el volante del coche entre las manos le dejaba, y en mi mente conservé largo rato la sensación de haber hallado el halago de la Naturaleza desde La Oro­tava, por que el monte parecía que bajaba para mí y me envolvía con sus magnificencias selectas y todos los aromas de sus verdes exuberantes y la tierra húmeda, deliciosamente fresca, bajo los altos pinares y entre pinochas y helechos, entre sueños y lánguidos despertares, entre las sombras que proyectan las exóticas nu­bes cuando caminan hacia el ancho mar empujadas por las suaves y cálidas brisas de Las Cañadas del Teide, alejadas y siempre presentes en el corazón del cana­rio.

Llegando al Puerto de la Cruz pensaba con cierta nostalgia: ¡Mira que también era bonito mi Puerto, el de los barquitos y nobles marinos!..  Y sentí de pronto un arrebato de rabia. Seguí pensando: ¡No haber respetado la parte vieja, lo más atractivo, que era la zona marinera con su tipísima Ranilla! Eso realmente es  imperdonable desde todo punto de vista. Razón de más, que vaya a resarcirme de tantos y crueles desencantos a La Villa, cinco o seis kilómetros de distancia. Camino por sus calles y me deleito contemplándolas como estampas  arquitectónicas de expresividad única y gran tipismo. Aunque algunas de las viejas casonas no están habitadas por ruinosas.

También creo que hay dos "Orotavas", a saber: La del rico, hecha y heredada desde generaciones atrás, y la otra, que a mí entender es, sorprendente y dinámica, que ha dado el auge económico y social que la difiere en cualquier lugar por su trabajo y resulta­dos. Considerando su crecimiento y el esfuerzo de sus hombres laboriosos y ver­daderos profesionales. Su pueblo se ve en el espejo de nuestra cultura y siempre ha contribuido al fomento de nuestras tradicionales dedicaciones: comercio, arte, artesanía, agricultura y ganadería, etc.,

Quisiera tener la elocuencia y fluidez escribiendo que tienen los grandes de la narrativa literaria, que fuera capaz de despertar el interés de los lectores  y nunca el aburrimiento, para sentirme motivado a seguir, para activar lugares y recuerdos que yacen en el más abso­luto olvido. Que se aireen con el cariño y delicadeza que bien se merecen tantos acontecimientos anecdóticos e im­borrables vivencias. El hombre nunca muere mien­tras existan los recuerdos. Ni el hombre, ni los pueblos, a los que hay que seguir amando con sus virtudes y sus defectos.   Todo a través del tiempo se torna más hermoso. No sólo cuando evocamos los recuerdos; también nos condiciona susceptiblemente y depara tiernas sensaciones, ver pasar por nuestro lado a la gente de a pié y no ser advertido, ver su caminar alegre y lisonjero, y sus fúlgidas mira­das irradiando calor y ternura, despreocupación y alegría. Son nuestros retoños, la juventud dulce y liberal. Y aunque nos recuerden que también fuimos jóvenes, ya lejos, nos conforma y distrae de alguna manera, ver la vida que pasa ante nuestros ya cansados ojos y nos permite saber que aún estamos sensiblemente inmersos en ella. Que cuando sale el Sol sale para todos por igual, "jóvenes y viejos", y que cuando llueve ocurre lo mismo. Vamos por la misma calle caminando en todos los sentidos y compartimos igual banco en las plazas públi­cas; a veces hasta nos hallamos conversando sobre el mismo tema sin tener en cuenta las edades... Nos buscamos mutuamente, por que yo pienso que nos necesi­tamos, los unos de los otros en cualquier momento de la vida, aunque difícilmente nos comprendamos.

La Orotava tiene el embrujo de devolvernos los ratos que hemos vivido, con una sutileza tal en el recuerdo, que acabamos despertándolos de sus letargos con la más exquisita ternura: por que nos llegan tan fielmente que no parece que el tiempo haya pasado, y sí, que estamos viviendo una realidad con toda su esencia y calor, como la vida misma. Cada cual sabe en qué consiste este misterio, y todos tenemos motivos diferentes. Quién no lo entienda debe ser por que no está motivado. Para mí, particularmente, es encantadora esa Villa y tiene mucha solera... Sé que en la Viña del Señor hay cosas buenas y otras que no lo han sido tanto... Muchas por hacer y otras por corregir... Sé que sólo debiera decir que me siento muy a gusto en ella y desde hace mucho tiempo. Tengo muchas cosas gra­tas que recordar del pueblo y su buena gente, verdad que sí.

La espesa bruma camina amenazante. Se me antoja que fuera un pesado telón  entre el pueblo y el monte, que quisiera cegar mi romántica inspiración y me obligara a quedar en las tinieblas de la indefensión  o atrapado en otros pensamientos.

Y a partir de Las Arenas, con otros aires más cálidos, me voy desabrochando la camisa, bajo los cristales e inspiro profundo un calor ambiental diferente. Atrás se queda  la muñeca de mi Valle con expresión iluminada y su silencio habitual. Y los gratos aromas del brezo, las retamas... Entre el verde follaje, bajo el canto de sus brisas y el melancólico manto de su cielo. Siempre bella y callada, como una diosa enamorada.





      Celestino González Herreros
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          celestinogh@teleline.es
         



24/11/12


ÁNGULOS DE IRRESISTIBLE PROYECCIÓN TURÍSTICA


He ahí la estampa prometedora de nuestro inmenso océano que nos permite acariciar celosamente el atractivo perfil de la costa Martiánez de Puerto de la Cruz, donde en tiempos pasados jamás pensábamos que sería el atractivo turístico señero por sus excelencias naturales, el lugar más apetecible y envidiado, donde se fraguaron tantos sueños y aquellos de nuestra primera juventud. Es lógico y nada difícil, comprender algunas veces, nuestra euforia sentimental al respecto. Sin ganas de quitar cosas para poner otras… Y sin embargo seguimos afanosamente mejorando su imagen, embelleciéndola, si se quiere, todo el entorno alucinante y único de nuestro Puerto de la Cruz, que aunque tan grande imaginándole desde lejos, a tientas, imaginativamente podemos abrazarle  u oníricamente cuando caminamos por sus peatonales calles, sus bellas avenidas o los sugerentes rincones, solitarios y tranquilos, unos, otros soleados, desde donde podemos apreciar la atractiva silueta marinera y turística de la ciudad. Cuando tratamos a sus alegres gentes moviéndose en todos los sentidos en su afán cívico y natural recreándose en nuestra honrada oferta ambiental.

Ahí está, sólo un trozo de cielo y de mar y un pequeño guiño de nuestra moderna ciudad, donde descansan placidamente nuestros satisfechos visitantes, reponiendo fuerzas para emplearlas en la noche de cristal y alegres resplandores, gozando la fiesta portuense donde quieran participar. Ahí está nuestra ciudad turística abierta a todas las culturas y nobles pensamientos, confidente de nuestras generosas aspiraciones y cuantos matices o apetencias el espíritu nos sugiere.

Viendo la imagen que ilustra el espacio que ocupan mis emotivas palabras pareciera que una mágica ventana se abriera hacia el mundo exterior, burbuja de los más tiernos sueños; y por ella penetraran a nuestro mágico interior y avistaran la grandeza que atesora nuestro pueblo marinero y rigurosamente sociable con quienes nos visitan internacionalmente, conocido ya por quienes nos han honrado con su visita y han repetido varias veces la misma aventura entre nosotros. A ellos dedico mi tiempo, mi humilde tiempo, pero no por ello, al fin, parte de nuestra vida representando a mi noble ciudad como el destino más acertado y generoso jamás soñado. Puerto de la Cruz, en Tenerife, no tiene fronteras, es un tranquilo jardín sin amo ni señor, es la paz y sosiego personificado, es la idiosincrasia de su gente lo que nos define amigablemente.

Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
         celestinogh@teleline.es



23/11/12


CASTAÑAS TOSTADAS A LA ORILLA DEL MAR



Es muy gratificante cuando estamos esperando que salgan del bracero las próximas castañas tostadas, cerca del fogón envuelto en la humareda y abatido por la brisa atlántica del otoño frío e inclemente de la tarde lluviosa y a la vez alegre en el concurrido muelle pesquero de nuestro Puerto de la Cruz  rodeado de gentes de todas las latitudes del Planeta Tierra, a tope de turistas.

Aunque este año estén más caras, con media docena nos quedamos satisfechos, claro, siempre acompañados de sendos vasitos del buen vino nuestro.

Disfrutamos igual viendo a las gentes contentas, bien servidas y relajadas, pasándolo igual de bien. Siempre aparece algún amigo a saludarnos y como es obvio, a participar del festín, sin mala intención de aguarnos el momento, sólo buscando el calor de la amistad y soltar la hebra hasta que se acabe el ovillo…

Recuerdo aquellos papelones o cucuruchos llenos de castañas tostadas que mi padre nos llevaba a casa y compartía con toda la familia. Ese familiar gesto es muy nuestro, ahora no es igual, no sé si aún se acostumbra hacerlo, dado que estamos viviendo una época de pura especulación y los hornos no están para bollos, además como todo ha cambiado tanto, es normal que dudemos.

También recuerdo, dando vueltas en la Plaza del Charco, un par de amigos paseando, cada uno en las manos provistas de un pequeño envoltorio conteniendo esas ricas y calentitas castañas tostadas y procurando no se nos gasten para usarlas como cebo para atraer a las chicas que nunca decían que no cuando las invitábamos y así ya teníamos la compañía asegurada; y si no eran castañas, también valían los cacahuetes o las clásicas palomitas de millo. Entonces, siendo muchachos, sólo bebíamos gaseosas u otros refrescos.

Muchos se comprometieron seriamente dando esas olímpicas vueltas en el paseo asfaltado de dicha plaza y muchas promesas dejaron de cumplirse por designios del destino o por la razón que fuera, también pudiera ser por la misma inmadurez de los comprometidos que por cualquier discusión se disolvían las pretendidas relaciones, tanto amorosas como si lo fueran amistosas. Cosas de la adolescencia y no otra cosa.

Mientras paseábamos, al pasar a la altura de la Sociedad Circulo Iriarte, cuando la orquesta dejaba oírse desde abajo, mirábamos con desconsuelos hacia las ventanas y el elegante balcón del edificio del lugar del recreo, ya que no siempre era posible acceder al mismo y menos aún si las chicas no tenían el correspondiente permiso para ello, otorgado por sus familiares.

O, al pasar por el elevado kiosco de los músicos, donde hoy sigue ubicado el bar. Dinámico, nos deteníamos para escuchar las delicadas interpretaciones alegres, líricas y lo que se les ocurriera. Siempre al pasar por ese lugar solíamos detenernos no sólo por respeto, sino también por que nuestro espíritu pareciera que se alimentara momentáneamente con la suave cadencia, algunas veces, de determinadas notas… Luego seguíamos dando las pertinentes vueltas al amplio cuadrilátero, cual sendero del amor. Habitualmente, hasta que por razones obvias teníamos que interrumpir aquel idílico caminar callejero, cuando fuera la hora de la retirada, cuando las luces del pueblo se encendían; por orden de los respectivos padres, que solía ser  de ocho a nueve de la noche.
Qué distinto era ayer, aquel respeto era digno de ser recordado y aconsejado para las generaciones venideras.

A veces nos encontramos amigos de aquella época y recordando esas vivencias uno siente tal nostalgia… Evidentemente la gente de hoy nos miran como si fuéramos un cero a la izquierda, en cualquier momento o circunstancia. Nos tildan así: ¡Es un viejo, está anticuado!.. Quisieran ellos llegar a vivir los años que cargamos a cuesta. ¡Que nos quiten lo bailado! También tenemos historias que contar, pero nuestra prudencia nos inhibe y mucho menos queremos que de nuestra respetable juventud supongan conceptos equivocados y sean confundidos, que quieran hacer comparaciones. Antes lo más importante para los jóvenes era no olvidar el respeto y la consideración que le debíamos a todos los demás, si excepción alguna, a nuestros semejantes. Había vergüenza, tal vez demasiada; y un elevado concepto del honor. Una pillada de chiquillos se perdonaba al final, al poco tiempo. Una ofensa al honor de la familia era casi imperdonable y ello nos obligaba a pensar en las consecuencias posibles.

Como he dicho algunas veces, en nuestra Plaza del Charco, no había fronteras, habiendo respeto, no era necesario legislar leyes que castiguen a nadie. Ni había clases sociales o al menos no las distinguíamos. Ni se permitía que entre las gentes trataran de resolver posibles rencillas personales, digo, si las hubieran, para agarrarnos a pelear cuando las palabras no valían. Respetábamos el familiar recinto de nuestra plaza e íbamos al muelle a ponerle un ojo morado al que se las diera de listo, provocador o faltón del imprescindible respeto.

Como ven y es sabido por los que aún quedamos de los coterráneos de aquella lejana época, habría mucho que narrar. Como suele decirse: Cada uno en su sitio, juntos sí, pero revueltos no. A España, muy prematuramente, se le regaló la libertad… Que no todos tuvieron capacidad para comprender el verdadero sentido de dicha denominación. Cada día más, muchos confunden esa libertad con el despreciable libertinaje y así nos va, acontecimiento social casi generalizado y como está bien demostrado, empezando por los de más arriba.




Celestino González Herreros
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          celestinogh@teleline.es

LAS PÁGINAS SILENTES DEL VIEJO LIBRO


Ya amarillentas debido al paso del tiempo, en sus desteñidas páginas, a pesar de ello, podría leerse con veraz transparencia cada uno de los episodios vividos en nuestro Puerto de la Cruz, amplia parcela de ingente cantidad de interesantes anécdotas, de curiosidades, leyendas creíbles y momentos históricos imperecederos los cuales han marcado un hito social de importante referente, como son las pautas que por imperativos idiosincrásicos hemos heredado hasta nuestros días.

Acariciar las rugosas y polvoreadas tapas de dicho compendio, produce la sensación que uno siente al asirlo contra nuestro pecho, cual viejo objeto que nos comunicara a través de su silencio la sorda quietud de algún sortilegio o la desesperación propia que se siente al ver morir nuestra identidad, el pulso de esta resentida sociedad. El llanto lastimero de tantas cosas nuestras que, inexorablemente, por apatía hayamos perdido; y otras formas nos han impuesto otros pensamientos y costumbres…

No son nuestras temblorosas manos, tal vez sea el mismo libro que se revela ante tantos pasmados que sistemáticamente dejan escapar las buenas oportunidades en los momentos precisos, cuando las necesitamos. Nuestras islas hoy pudieran ser el más apetecido destino turístico si se hubieran dejado aconsejar por aquellos hombres sabedores por intuición de nuestro destino dada las inigualables condiciones disponibles de entonces. Hoy todavía se podría hacer mucho, por ejemplo, si nuestro Gobierno y el Central se lo propusieran, dándonos las ayudas económicas que dispensan a tantos Ayuntamientos de Tenerife y consideraran nuestra precaria situación para poder salir adelante. Olvidan que Puerto de la Cruz y sus importantes Empresas fueron el motor  turístico que dio tanto trabajo a nosotros y tantos foráneos.  En el viejo libro todavía podríamos escribir páginas nuevas…

Ese libro está en mi mente como una estrella que cuelga en el firmamento, es quizás la que con su resplandor quiera recordarnos aquello de nuestra identidad, de nuestros sueños y la trágica sensación de nuestros fracasos, que son el fracaso de todos, cuando creíamos que nuestras islas y sus gentes iban a ser siempre respetadas y no ultrajadas como hoy nos desprecian incomprensiblemente.



Celestino González Herreros
        celestinogh@teleline.es


16/11/12


LAS CIRCUNSTANCIAS NUNCA FUERON PROGRAMADAS SON APARECIDAS

En el mundo en que vivimos lleno de contradicciones, de sorpresas, a veces de sorpresas  agradables, ¿por qué no decirlo?, de amargos desengaños e injustos atropellos, no faltan aquellos detalles que mitigan, de alguna manera,  los desafueros o coletazos recibidos. Algunos, sin duda, sin merecerlos.

Pienso que todo ha ido cambiando paulatinamente, soterradamente, para que se note menos los cambios sufridos, y así, al cabo del tiempo, ni lo notamos. Aunque vayamos por los mismos atajos y nos saludemos, pero no apreciamos tanto las diferencias. Somos, a pesar de todo como números contabilizados. Ya lo vemos en nuestro DNI, en los códigos clínicos de la Seguridad Social, etc. Somos números de carne y hueso y demás elementos clínico-anatómicos, pero perfectamente identificables. Pronto la foto reglamentaria va a estar de más, los números hablan por si mismo. Sólo que aún no han pasado, presumiblemente, en aquello del género masculino y el femenino, para hacer unas diferenciaciones más concluyentes. Y me pregunto: ¿No será por el excesivo cambio de las partes y sus reflejos sexuales de una parte y de la otra? Sin embargo están enumerados y sin calificación alguna. Son los números los que mandan y muy pronto obviando las fotos… Es evidente que, en este polémico mundo en que vivimos, somos libres de escoger el camino apetecido, nadie nos lo va a impedir, pero también es lícito permitirle a quienes vivieron otros modos y conductas que puedan seguir disfrutándola, sin, claro está, sin interferir sus deseos y nuevas costumbres de los demás, mientras estos sepan respetar los sentimientos ajenos y la cultura de tantos milenios practicada.

El equilibrio de una Sociedad justamente se consigue a través del mutuo respeto, vivir y dejar vivir sin molestar a los demás. Lo lamentable es, cuando se reciben los elementos participativos, los unos como si fueran los únicos y los otros como si fueran más féminas que la propia mujer. Se pasan algunas veces en sus modales y expresiones, cuando en realidad no es necesario, siempre se les ve el plumero, aunque estén aún encerrados en su armario de cristal. Que lo uno respecto a lo otro es, como se comportan el aceite y el vinagre cuando los juntamos, que por más que lo intentemos, definitivamente, nunca se unen del todo.

Celestino González Herreros
           celestinogh@teleline.es

12/11/12


NO SEA TANTA EL AGUA QUE LAS PAPAS SE GRELAN

Esta vez no podemos quejarnos de que no llueve, estos días que hemos vivido me recuerdan aquellas invernales estaciones del año, que llovía sin cesar hasta semanas enteras. Es como si volviéramos a estar viviendo aquellos ciclos meteorológicos, cuando la ropa puesta al aire no se secaba y las suelas de los zapatos de tanta agua se hinchaban… Muchas veces, años seguidos, hemos añorado aquellos ratos huyendo o simplemente jugando bajo la lluvia, cruzando calles y pisando los charcos. Pero no podemos decir lo mismo del viento, el peor enemigo nuestro para la sufrida agricultura. Da pena hoy, ver como están nuestros campos, todas las plantaciones en el suelo, todo arrasado y mal herido. Eso contradice el placer de ver llover. Muchas familias han visto sus esperanzas truncadas. Ahora o más tarde, a comenzar de nuevo y sin saber si volverá a ocurrir lo mismo antes de recoger sus necesarias cosechas

¿Y que me dicen de los pescadores, sin poder salir a faenar? No están los tiempos para eso, si al menos tuvieran otras entradas económicas que les permitieran alternarlas. Mas, la mayoría de ellos tendrán que cruzarse de brazos y esperar… A todo lo dicho debo añadir que aunque sean los menos, tienen sus patrimonios económicos, más o manos, que bien les permiten salir adelante dignamente. Son, precisamente, aquellos que siempre calcularon que las buenas oportunidades tardan en presentarse de nuevo, que hay que aprovecharlas y en previsión de épocas difíciles que pudieran surgir hay que estar preparados, pensar en el futuro que nos queda por vivir, nosotros y nuestra familia. Por eso tienen lo que tienen y no les asusta los altibajos económicos que pueda sufrir nuestra economía social. Hombres y mujeres previsores que son un verdadero ejemplo para imitar. Claro, todos no pueden ahorrar como se ha alzado todo en nuestra vida y para más inri, lo poco que se gana.

Según han ido informando los distintos medios de comunicación, aquí, en nuestra ciudad de Puerto de la Cruz, ha habido faena social para buen rato, como consecuencia de las torrenciales lluvias y los vientos sufridos estos últimos días. Se han tenido que movilizar a todo el personal activo de las fuerzas de seguridad y comisiones organizadas para paliar en lo posible las inclemencias del tiempo.



Celestino González Herreros
           celestinogh@teleline.es

LA PAZ DE LA NAVIDAD ES EL AMOR COMPARTIDO

La Navidad se acerca, esos días tan señalados y que, por una razón u otra, despiertan recuerdos imborrables, inevitablemente, son fechas de muchas reflexiones. Revivimos páginas felices y no pocas tristes vivencias. Quiéralos o no, siempre habrá un hueco por llenar, un vacío sentimental que va a influir, definitivamente, en nuestro sensible ánimo y que no va a conseguir llenarlo nada ni nadie, sin duda la razón oculta que nos va a entristecer.

Uno recuerda la lejana niñez, la fantástica adolescencia, la juventud con todos sus matices. Los sueños aquellos, muchos que jamás se realizaron, los desengaños sufridos, las promesas incumplidas por imperativos ajenos a nuestra voluntad, los designios del destino, las largas ausencias involuntarias y las tristes despedidas… Siempre, activada la memoria, surgirá un motivo distinto que empañe esa paz tan deseada en días como esos. Fechas de amor fraterno, de sagrados cultos al niño Dios; y como he dicho: de profundos pensamientos e indelebles recuerdos.

Con más de trescientos mil parados, sólo en nuestras islas canarias, va a ser imposible disfrutar como fuera en tiempos pasados, que aunque nunca fuera plenamente, pensando en aquellos que hoy no tienen con qué y que tanto tuvieron es cruel aceptarlo… Sin embargo es necesario que nos adaptemos a las actuales circunstancias y aprovechemos las posibilidades cada cual, buscando cómo distraer el dolor alegrándonos y con ello contentando a cuantos nos rodean en familia. Si, antes nuca faltaba aquella amplia sonrisa tan necesaria para dar por compartida tanta felicidad…

No son necesarios los lamentos, están de más. Sólo exige nuestra humilde convivencia un simple pensamiento, una pregunta sin respuesta; si Dios en amor estará siempre en nuestra mesa, compartiendo con nosotros esos benditos alimentos y si está entre nosotros, también acompañará a esos trescientos mil parados canarios para mitigarles el rigor del frió reinante, para darles todo el calor necesario y el temple colectivo y solidario con sabor navideño e ilusión cristiana.

Cuando suenen las campanas en Navidad las oiremos todos y caminaremos hacia ellas sin detener nuestros pasos, el Niño Dios nos estará llamando y allí estaremos. Y si no las oyéramos en este mundo habremos ido más lejos a escuchar cantos angelicales propios de la Navidad, donde no existen ricos ni pobres, sólo almas en paz rogando por todos nosotros.


Celestino González Herreros
          celestinogh@teleline.es

10/11/12


¿CÓMO ENMENDAR UN POSIBLE DESCUIDO?

Hay cosas que resultan incomprensibles en la vida de los pueblos y que dan lástima, a saber. Intuyo que aquellas personas que tan altruisticamente pensaron en erigir un monumento que nos recuerde a la distinguida personalidad de don Francisco Bonnín Guerín, particularmente como exquisito acuarelista, aún puedan vivir algunos, no hayan protestado, después de haber logrado sus sanos propósitos de honrar el nombre del homenajeado, en la actualidad rodeado de múltiples contenedores de basuras, de todos los desperdicios inherentes a la añosa Plaza del Charco y aledaños más próximos, sin que nadie levante ni un solo dedo ante tal escarnio y falta de respeto.
¿Saben qué? Mejor quitar tal busto de ese fétido lugar y por ética y dignidad lo trasladen a cualquier otro lugar y dejen ese reducido y pestilente espacio, si quieren, sólo para la basura. Aunque sea fuera de contexto, allí donde va a parar tanta mal oliente porquería debieran, también respetar las Residencias turísticas del lugar, Debieran improvisar unos cuartos adecuados para encerrar los despojos del lugar y evitar con ello malos olores y las posibles infecciones que ello conlleva. Pero, siguiendo con don Francisco.  Creo que merece estar rodeado de flores, de sus rosales trepadores, sus frondosas buganvillas, espacios ajardinados y a la vez resguardados de los perros y maleantes callejeros.

Don Francisco Bonnín Guerín bien merece el máximo respeto e incondicional trato en tantos años negado. Y no entiendo porqué. En cualquier otro lugar del mundo civilizado no hubiera ocurrido tanto descuido, repito, seguramente involuntario. Como dice el refrán: “El vivo al bollo y el muerto al hoyo. Esto de las estatuas si no dejas ganancias, con el tiempo también las perderemos. A buen entendedor… A veces, lo mismo ocurre en los cementerios, muchos olvidan a sus muertos cuando se han gastado las herencias…

En este particular caso no se trata de que hubo en nuestra ciudad otros muchos hombres y mujeres, dignos también de ser homenajeados de igual forma. Que haberlos los hay. Y muchos, en el caso que nos ocupa.
Sólo he querido señalar un descuido más de nuestra confusa Sociedad, donde hemos perdido tanto y menospreciado lo poco que nos ha quedado o que, lamentablemente, hayamos perdido.


Celestino González Herreros
          celestinogh@teleline.es


IMÁGENES VIVAS DE UN DIGNO PASADO

En unos instantes, sin esperarlo, di un salto gigante y retrospectivo  en mi vida. Mientras saludaba a varias personas allí presentes escrutaba de soslayo, a diestra y siniestra, ebrio de nostalgia, el popular recinto. Eran muchos los anaqueles distribuidos  en el familiar Parque San Francisco de Puerto de la Cruz, exponiendo toda clase de artilugios antiguos, distribuidos  en secciones y por capítulos. Todo lo cual, ya hablaba por si sólo, de la forma inteligente como se presentó dicha Muestra.

Increíblemente bellos fueron los detalles expuestos, útiles usados  en su legendaria época, vestigios nostálgicos, que, con tal iniciativa han vuelto a revivir. Utensilios que fueron usados por nuestros ancestros, desde curiosisimos transformadores eléctricos, pasando por una original máquina impresora manual, valiosa pieza de la antigua Imprenta Rodríguez, máquinas de escribir, enseres propios del campo, navegación, cirugía, comercio, y un largo etc. Hasta una réplica logradísima de uno de aquellos bancos de piedra que adornaban, antiguamente la Plaza del Charco. Viéndole con natural admiración y el sentimiento de la evocación, también reviví otras tardes, siendo aún un muchacho. Acudieron a mi mente veladas inolvidables... Aquellos bancos, si hablaran. ¡Cuántos momentos felices vividos, sentados  en la dura y fría piedra! Cuántas promesas... Cuántas caricias, sólo con las miradas. Cuántos ratos  en silencio mirándonos a los ojos.

Cuando ya lo había visto todo e iba a abandonar el lugar, sentí un extraño apego, el recinto me llamaba con poderosas fuerzas; y por momentos sentí, como si todo aquello me perteneciera, al formar parte de la historia de nuestro pasado y como un niño engatusado me sentí alucinado y quise quedarme un rato más. Llegué a sentir el ahogo propio de la emoción, por lo nostálgico del instante. Todo aquello parecía que fueran juguetes de otra época ya superada y me atraían considerablemente, intuía manos sabias usándolos...

Debemos agradecer a los curiosos coleccionistas que conservan dichas piezas, de valor incalculable, a buen recaudo. Felicitarles y animarles para que sigan rescatándolas.

Los recuerdos, a veces, nos confunden, nos animan o nos entristecen, y como no podemos retroceder, sentí mi alma estacionada, al borde de ese profundo abismo que nos separa  en el tiempo, frente a esas viejas reliquias, añosos útiles del trabajo digno de aquellos hombres que lucharon incansablemente, para superar con su tesón, aquellas difíciles circunstancias que les habrá tocado vivir. Sentimientos y la añoranza misma; si, del tiempo que sin darnos cuenta, con ellos pasó de largo, dejándonos tantos recuerdos...

Felicitemos a quienes tuvieron la "hermosa" idea de desenterrar esa parte elemental de nuestra historia, al Ilmo. Ayuntamiento de Puerto de la Cruz, por brindarnos la ocasión  de contemplar, esa ilustrativa Muestra de nuestra ancestral cultura.


Celestino González Herreros
http://www.celestinogh.blogspot.com
Publicado en el Periódico EL DIA: 08.05.02
           celestinogh@teleline.es